lunes, 4 de febrero de 2013

Reyes y Emperadores Incas

inca2Inca significa jefe, y sólo se aplicaba a ellos, no a toda la gente. La palabra “Quechua” también está mal traducida, pues significa tierra de cultivo entre los 1000 y los 3000 m y en ningún caso lo usan para referirse a su lenguaje. El término que ellos utilizan para denominar su lenguaje es runa-simi, o lengua de los hombres.

Yupanqui Pachacuti (1438-1471), noveno soberano inca, fue quien convirtió al pueblo inca en Imperio. Al norte vivían los Quechuas, aliados con quienes compartían la lengua. Había otro pueblo que crecía en poderío y conquistas: los Chancas, una confederación de tribus que había derrotado a los quechuas mientras gobernaba Viracocha, octavo soberano inca. Pesimista ante el peligro, Viracocha decidió protegerse en una ciudad alta con su hijo Urco, a quien había delegado el poder. Mas otro de sus hijos, Yupanqui, juntando algunos nobles logró vencer sorpresivamente a los Chancas, derrotando a su jefe. Viracocha, celoso, quiso matarlo, pero Yupanqui se proclamó Sepa-Inca con el nuevo nombre de Pachacuti (el transformador). PachacutiLa leyenda cuenta que el ejército que formó Pachacuti fue enviado por el creador que transformó las piedras en guerreros. A Pachacuti (o Pachacútec) solo le faltaba vencer a los collas (o aimaráes, situados en parte de lo que hoy es Bolivia); los venció y además sometió a tributo a todas las comunidades indígenas hasta el mar. Además de conquistar y pacificar su territorio, Pachacuti gobernó, legisló y organizó a su gente, y construyó mucho. Fue el mejor de los soberanos Incas. El templo del Sol, que simbolizaba la riqueza y el poder de los incas fue reconstruido por él. En 1471 entregó el poder a su hijo tras treinta años de gobierno, conquista y construcción; su hijo, Topa (Túpac) Yupanqui anexionó lo que ahora es el Ecuador a su imperio, subyugando a los temibles Cañaris, que luego ayudarían a los españoles. La última campaña de Topa Yupanqui fue la conquista de Chile hasta el río Maule. Murió en 1493. Su sucesor fue Huayna Cápac ("joven rico en virtudes"). No tuvo mucho donde expandirse pues se enfrentaba a dos limitaciones casi imposibles: las selvas amazónicas al Este y las selvas araucanas al Sur. En cambio, logró conservar la hegemonía del imperio, combatiendo algunas insurrecciones como la de los Quitus. Logró llegar hasta Colombia, apoderándose de un botín de turquesas tras someter a las tribus de las costas del norte del Ecuador.

Huayna Cápac murió en 1525, coincidiendo con la llegada de Pizarro a Túmbez, extrañado ante la noticia de la llegada de hombres blancos, y se dice que con el presentimiento de que el final del imperio estaba cerca (leyenda de Viracocha). Cuando Francisco Pizarro volvió a lo que hoy es Perú, el imperio se debatía en una guerra civil entre medios hermanos; tras la muerte de Huayna Cápac, se había proclamado emperador a Huáscar, hijo primogénito y legítimo de su relación con la colla (la reina inca, mujer principal), nacido y criado en Cuzco Su medio hermano fue Atahualpa, hijo del Inca y de una palla (concubina) proveniente de Quitu, llamada Pacha; fue criado en Quitu y era el hijo favorito de su padre HuaynaCápac; la lucha se establecía entre los dos bandos, con Atahualpa como rebelde ante la coronación de su medio hermano. Pizarro, luchando en la isla de Puna (Guayaquil) contra los incas del sector, estaba enterado de la guerra civil, y al entrar él en Túmbez, también guerreando, más allá Atahualpa derrotaba a Huáscar y se proclamaba emperador de los incas.
En realidad Huáscar había sido capturado por uno de sus generales, Quizquiz, mientras Atahualpa (Atabalica) conquistaba y se asentaba en la llanura de Cajamarca (Caxalmaca). Pizarro había tomado partido, en un principio, por Huáscar, pero ante su derrota quiso acercarse a Atahualpa y presentarle sus respetos. Pizarro emprendió camino en dirección al sur, por la ruta del litoral, extrañados de no enfrentar ningún obstáculo. Sin ningún enfrentamiento, llegaron a Cajamarca el 15 de Noviembre de 1532. Ese mismo día, por la tarde, habiéndose establecido en los edificios públicos de la gran plaza central de Cajamarca, Pizarro envió como embajador a su hermano Fernando, y Atahualpa prometió devolverles la visita al día siguiente. Extrañamente, Atahualpa decidió ir por la noche; mandó matar a todos los indios que sintieron temor al ver los caballos; cuando Pizarro se enteró de tal adelanto dividió a su gente en dos grupos y envió a un cura a recibirlo.

A la llegada de Atahualpa, el cura se le acercó y le extendió la Biblia, diciéndole que Dios hablaba por el libro y que debía hacerse todo lo que ordenase en él. Tomando el libro, Atahualpa lo sostuvo a penas unos momentos y lo arrojó al suelo. El padre lo levantó del suelo y regresó donde estaban los barbados españoles. Entonces el propio gobernador se acercó de a caballo con toda su gente, le puso encima una mano a Atahualpa y lo bajó de su trono repleto de oro. Se desencadenó entonces una batalla nocturna donde los españoles capturaron a los jefes y al propio Atahualpa, además de haber matado a numerosos indios. Atahualpa le prometió enormes cantidades de oro a cambio de su liberación. Los españoles esperaron por el oro y la plata y luego lo sentenciaron tan solo a estrangulamiento a cambio de su conversión in extremis, sino habría sido quemado.
La actitud de Atahualpa sigue siendo un enigma; aunque está desechada la hipótesis de que los españoles eran aún considerados dioses, pues habían visto que los caballos eran inofensivos y vulnerables mientras no hubiese jinete en ellos, se cree que Atahualpa decidió adelantar su visita esperando que durante la noche los caballos fuesen inutilizables, y dado su mayor número de tropas, suponía que tendría una fácil victoria en caso de lucha. No se entiende tampoco porqué dejó adentrarse tan fácilmente a los españoles que llegaron a Cajamarca desde Túmbez sin ningún problema. Se piensa que Atahualpa, aunque a sabiendas de que había apoyado a su hermano Huáscar, quería conquistarlo para su favor, y que además sentía gran curiosidad por los barbados hombres blancos.

En todo caso, cometió terribles errores; el primero de ellos fue tener contacto con los españoles en Cajamarca y no en el Cuzco, donde lo apoyaría un mayor número de tropas (pero quizás sospecharía de la fidelidad de aquellas, dado que su hermano también tenía seguidores allí); el segundo fue acercarse él mismo hasta donde Pizarro, y no dejar en cambio, que el español se acercase pero con la condición de llegar sin tropas, so amenaza de batalla; el tercero fue creer ingenuamente que lo liberarían al regalarles el oro y la plata, exaltando aún más con tal acto, la codicia de los atrevidos barbones. Las luchas posteriores, mientras Atahualpa estuvo preso, fueron fáciles, aunque sorpresivas para los Incas, puesto que no imaginaban siquiera que los españoles pudiesen recibir refuerzos por tierra. “Pizarro, después de haber hecho ejecutar a Atahualpa, acusado de usurpación, fratricidio, idolatría, poligamia y rebelión, llevó luto y aparentó sentir pesar”. La rigidez de la administración inca quedó manifiesta cuando murió Atahualpa; muchos indígenas presos del miedo se volcaron a favor de los españoles, quienes llegaron al Cuzco con tropas y sirvientes indígenas. La batalla de Cajamarca marca el fin del imperio Inca.


Dinastía del Bajo Cuzco (Hurin Cusco):
~ 1200-1230: Manco Cápac
~ 1230-1260: Sinchi Roca
~ 1260-1290: Lloque Yupanqui
~
1290-1320: Mayta Cápac
~ 1320-1350: Cápac Yupanqui

Dinastía del Alto Cuzco (Hanan Cusco):
~ 1350-1380: Inca Roca
~ 1380-1400: Yáhuar Huaca
~ 1400-1438: Viracocha
~
1438-1471: Pachacuti
~
1471-1493: Túpac Yupanqui
~ 1493-1525: Huayna Cápac
~ 1525-1532: Huáscar
~ 1532-1533: Atahualpa
En menos de un siglo los Incas, con tan solo tres emperadores, habían logrado expandir su imperio desde Colombia hasta Chile, conquistando tierras de las más difíciles: páramos, selvas y desiertos. El historiador se pregunta cual era la finalidad de los incas en su afán imperialista. Según Garcilazo de la Vega, querían imponer su cultura y su Dios a los pueblos conquistados para extender los beneficios de su civilización. Pero según las crónicas de la época, los incas eran tan fieros imperialistas porque no querían perder el ímpetu conquistador de sus tropas: “se emprendieron muchas expediciones sólo por mantener la tropa en ascuas”.
Ciertamente, las conquistas servían para llenar o abastecer las arcas del estado, con las cuales emperadores, incas y familia imperial, podrían recibir de mano de sus artesanos lujosos objetos llenos de brillo o útiles pequeños artefactos. Las conquistas también proporcionaban sirvientes, los yonas, que aunque no eran considerados esclavos en toda la amplitud del término, si se les parecían; proporcionaban también nuevas tropas y obreros para las construcciones, de las cuales los incas eran verdaderos apasionados. Es importante recalcar que los incas no conquistaban siempre por la fuerza: “antes de partir a la guerra, el inca nunca dejó de enviar un embajador a los jefes de la nación o de la tribu a la que se aprestaba a subyugar, para invitarlos “en nombre del sol a reconocer su autoridad, prometiendo tratarlos con honor y colmarlos de regalos””. Los regalos no eran solamente objetos preciosos, también eran, suponemos, transferencia tecnológica, conocimientos botánicos, agrícolas, constructivos, metalúrgicos y tantos otros.

Incluso los mismos cronistas españoles dan fe de tal procedimiento, relatando como por ejemplo, en el valle de Chincha, sus habitantes fueron regalados en oro y utensilios a cambio nada más que de la aceptación general y reconocimiento del inca como señor y protector; al principio el inca no pedía ni yonas, ni oro, ni mujeres, tan sólo la aceptación y reconocimiento del hijo del sol. Claro que con aquellos que se resistían eran implacables; teniendo un sistema de cuentas decimal, tanto la administración como la jerarquía de las tropas lo usaban; estaban perfectamente organizadas, cada cierto tramo del camino existían almacenes, siempre con comida abundante, vestidos y armas. Eran los almacenes del estado pero también los almacenes del ejército en tiempos de ocupación.

Los soldados se agrupaban mediante el arma que portaban: hondas, dardos, bolas (tres bolas de piedra unidas por cordones); el arco y la flecha solo lo utilizaban las tropas de las tierras calientes de la Amazonia. Para la lucha cuerpo a cuerpo usaban espadas de madera con el borde afilado, mazas con cabeza de piedra o metal con puntas, alabardas de bronce y picas. Protegían su cuerpo con cascos, rodelas y túnicas de algodón concentrado; los mismos españoles las consideraron más convenientes que sus armaduras y las usaron para combatir contra ellos.

Aunque eran cordiales antes de conquistar, si se les resistían eran muy crueles; las tropas incas, cuando regresaban victoriosas, elevaban sus lanzas mostrando las cabezas derrotadas en sus puntas; algunos cuerpos eran desollados y convertidos en tambores, de manera que “el muerto parecía golpear su propio vientre con varillas colocadas en sus manos, o parecía tocar la flauta”. Con los cráneos hacían copas para beber la chicha o la cerveza de maíz; coleccionaban dientes con los que hacían collares, sumándoles los dientes arrancados por sus antepasados guerreros.

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