miércoles, 12 de noviembre de 2014

Heroína Joaquina Ávila de Lindo murió en combate arma en mano



Redactor: Víctor Alvarado
El 18 de abril de 1882, cuatro días antes de la inmolación de la jefa guerrillera Leonor Ordóñez Surichaqui y los patriotas que la acompañaban, tuvo lugar en las pampas de Huyuycan y Piracato, distrito de Sicaya (Huancayo), en el valle del Mantaro, una memorable batalla de la resistencia andina encabezada por el coronel Vicente Samaniego y la guerrillera Joaquina Ávila viuda de Lindo, y sus tres hijos contra la expedición chilena invasora del coronel Estanislao del Canto.
Los combatientes quechuahablantes opusieron una cruenta resistencia para impedir el ingreso del regimiento chileno, conformado por 800 soldados, al Valle del Mantaro, quienes tenían la misión de imponer los llamados "cupos de guerra" y eliminar al naciente Ejército del Centro, en esos días en plena organización por el general Andrés Avelino Cáceres, pero fueron finalmente arrasados.
En la víspera de este desenlace, los patriotas, habían sido convocados por el teniente José Gavino Esponda Tassa, perteneciente al Ejército del Centro, enviado por el general Andrés Avelino Cáceres, para organizar la resistencia guerrillera en el Valle del Mantaro.
Destrucción de puentes
Hasta antes de este fatídico encuentro bélico, ya se tenían varios batallones y más aún, ya habían ejecutado exitosamente la destrucción de tres puentes para trabar el desplazamiento de los invasores: el puente La Mejorada (hoy La Breña), el puente Chongos y el puente de Huaripampa.
En la destrucción del puente La Mejorada intervinieron los hermanos, experimentados armeros, Eulogio y Nicéforo Leyva y un niño de 13 años, Vicente Gutarra, aceptado por su insistencia como voluntario y que ayudaría decisivamente en la tarea de romper, en horas de la media noche, con comba y cincel, uno de los extremos del puente y conseguir que esta se precipite al río Mantaro.
Una patrulla chilena, emplazada en el otro extremo, alcanzó tardíamente a darse cuenta de la operación y disparar contra los guerrilleros, pero estos consiguieron eludir los disparos y salir rampando del área de peligro.
Los resistentes, al amparo de la oscuridad y camuflados con ponchos campesinos cruzaron el puente Viso sobre el río Cunas, ubicado en el límite de Pilcomayo y Huamanqaqa Chico, y no bien terminaron de trasponer el puente fueron sorprendidos por un patrulla chilena y hechos prisioneros.
La batalla
En la noche del desastre patriota del 18 de abril, el estado mayor del Batallón Libres de Sicaya conformado por el coronel Vicente Samaniego, los capitanes Tomás Gutarra Solís y Enrique Rosado Zárate y el teniente José Gavino Esponda Tassa, resolvieron trasladarse a Chongos Bajo para unirse al Batallón Los Emponchados del Alto Cunas, liderado por Ceferino Aliaga, y juntos enfrentar a los invasores.
Los historiadores sicaínos recuerdan que el Batallón Libres de Sicaya salió al encuentro de la columna invasora, produciéndose el choque en las Pampas de Huyucan y Pirataco.
Los sobrevivientes de esta gloriosa jornada guerrillera recuerdan que Ávila minutos antes de sostener el choque con los invasores, alentó a sus combatientes con la siguiente proclama: "¡Adelante valientes sicaínos!, morir defendiendo nuestra patria es más glorioso que permitir en Huancayo la presencia del enemigo invasor".
Inmolación
Junto a ella cayeron sus tres hijos, así como Felipe Esponda Tassa, hermano del teniente José Gavino Esponda, uno de los líderes de la resistencia sicaína; sargento primero Alejandro Castillo, vencedor de Tarapacá, Higinio Chihuán, Manuel Cuadros, Basilio Jiménez, Felix Lazo y Pablo Maraví, entre otros.
Los principales jefes del Batallón Libres de Sicaya fueron capturados vivos. Las columnas de los invasores, con sus preciados trofeos de guerra ingresaron a su cuartel improvisado en Huancayo con el nombre de "Chacabuco", donde de inmediato los sometieron a torturas para obligarlos a que delaten a los integrantes de la resistencia, lo que no consiguieron.
Luego de un juicio sumario, el coronel Vicente Samaniego, los capitanes Tomás Gutarra Solís y Enrique Rosado Zárate, líderes del Batallón Libres de Sicaya fueron condenados a muerte, con excepción de Esponda, por encontrarse herido de bala.
Los torturadores se ensañaron particularmente con Samaniego, por ser el jefe de los guerrilleros de esta zona del Valle del Mantaro, al que le ofrecieron perdonarle a cambio de la rendición del Batallón Libres de Sicaya.
Samaniego
Los historiadores huancas ha registrado que Samaniego les respondió: "Nosotros como ellos (los caídos en Huyucan y Piracato), debemos morir peleando, ustedes harían igual viendo su suelo mancillado".
Los condenados a muerte fueron confesados por el sacerdote José María Ráez, y al ser conducidos al cadalso, según los historiadores huancaínos protagonizaron dos escenas patrióticas inolvidables.
El primero se suscitó, el 22 de abril de 1882, fecha fijada para la ejecución, los condenados fueron llevados desde el cuartel Chacabuco por la antigua calle Real de Huancayo hasta la plaza Huamanmarca (hoy Centro Cívico).
A la altura de la plaza Constitución, un jefe chileno ensayó un saludo a Samaniego y este le apostrofó: "Con qué derecho se permite un jefe chileno saludar a un soldado peruano!" El segundo tuvo lugar en la plaza Huamanmarca, cercada por los 800 soldados del regimiento enemigo. Un jefe invasor advirtió que no se tolerarían expresiones a favor de los condenados y quien lo haga sería pasado por las armas.
Fusilados
Aún en su celda, el capitán Rosado, uno de los condenados, le pidió al teniente Esponda, que no sería fusilado por encontrarse herido:"‘Teniente, entregue este poncho a mi querida hermana Santosa y dígale que he muerto fusilado en defensa de la patria".
Luego de ser sacados de sus celdas y colocados frente al pelotón de fusilamiento, los condenados son vendados y obligados a sentarse para ser fusilados. Pero, el capitán Rosado les increpa: "Un peruano no muere sentado ni vendado, sino de pie y descubierto. Quedan otros como yo que sabrán vengar mi sangre. ¡Viva el Perú!... ¡Muera Chile!".
Nueve soldados, escogidos para conformar el pelotón, descargaron sus fusiles sobre los pechos de los tres patriotas sicaínos, transformados desde esa fecha en paradigmas de los pueblos del Valle del Mantaro. 
En la Cripta de los Héroes
Los restos de la heroína de la Campaña de la Breña, Joaquina Ávila de Lindo, fueron exhumados el 15 de abril del 2009, con motivo de la conmemoración del 127 aniversario de su inmolación en las Pampas de Huyuycan y Piracato, y una semana después, el 22 de abril, trasladados a la Cripta de los Héroes de Sicaya, donde reposan hasta la fecha.



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