viernes, 7 de octubre de 2016

El Huáscar evita Invasión de Bolivia 7 años antes de la guerra

 


El Perú aplaudió a la Marina y sus jefes por la decidida defensa de la Constitución y de rechazo al golpe de los hermanos Gutiérrez. Los elogios, sin embargo, a nivel nacional e internacional se dirigieron al capitán de navío Miguel Grau, quien fue el primero en firmar la proclama en defensa de la ley y del orden. 

En “El Americano”, periódico que dirigía en París el periodista argentino Florencio Varela, se destacó el papel de la Marina, de Grau y también da un vistazo de cómo se encontraba el Huáscar bajo su mando. Este articulo, que fue reproducido por El Comercio el 17 de agosto de 1872, y de Grau decía: “En sus honrosas filas milita el señor Grau… Noble, franco, leal, inteligente, pundonoroso y bravo, como todos los hombres de convicciones, el Comandante Grau que monta el magnífico acorazado “Huáscar”, es un official que hace honor a su patria”.
En línea seguida, el periodista argentino, que conocía a Grau y visitó el monitor, escribió: “Hemos tenido ocasion de visitar detenidamente dicho buque y confesamos que, al poner los pies en su cubierta, no pudimos imaginarnos que en una república Americana hubiese un buque tan admirablemente tenido y una disciplina tan rigurosa, como la del mejor navío de la flota inglesa”

Antes de terminar, Varela redondeó su perfil de Grau y el Huáscar con un vaticinio que la historia naval registraría entre abril y octubre de 1879: “Hacemos votos porque la Escuadra peruana se balancee tranquilamente en las aguas del Pacífico con la bandera de paz en sus mástiles; pero si por desgracia quiere que nuevas provocaciones la obliguen a izar la bandera roja, cierto estamos de que con barcos como el Huascar y oficiales como Grau, la honra y el nombre del Perú seran dignamente defendidos”

Garantes de litoral boliviano

El 1 de setiembre de 1872, luego que sus fondos fueran limpiados durante dos días, el Huáscar partió a Iquique y luego pasó a las aguas de Antofagasta, Bolivia, donde germinaba la crisis que solo siete años después estallaría en la con Guerra de 1879.
La misión de Grau era evaluar la situación entre Chile y Bolivia, enfrentados por disputas limítrofes y crispados, esta vez, por la intentona revolucionaria del general boliviano Quintin Quevedo, que partió de Valparaiso y desembarcó con tropas con la intención de tomar Antofagasta.
Quevedo avanzó hasta Tocopilla, pero fue rechazado por las autoridades bolivianas en los primeros días de agosto y huyó con sus tropas en las corbetas chilenas O´Higgins y Chacabuco, que lo esperaban frente a Antofagasta, prueba plena de la intervención chilena en los asuntos bolivianos.
Seis días después de recorrer las costas bolivianas y recopilar información de primera mano, desde el Huáscar fondeado en Iquique, Grau emitió un informe al ministro de Guerra y Marina, donde le informa el retiro de tres buques de la Armada chilena que estuvo reunida en el puerto boliviano de Mejillones. 

Grau le dedica un párrafo especial a este hecho, y hace notar “hace tiempo que acostumbran estacionarse en los diversos lugares de ese litoral y muy particularmente en Mejillones”. Una situación que Bolivia nunca trató de superar porque prácticamente siempre tuvo abandonado su litoral a expensas de las ambiciones chilenas. 

Pero al margen de la indolencia boliviana con su mar territorial, la presencia del Huáscar y del vapor Chalaco hicieron sentir la presencia del Perú y, en cierta medida, retrasaron cualquier agresión chilena porque entonces su Armada carecía del poder necesario para ser una amenaza al Huáscar solo.
Antes de acabar el año, los artilleros y tripulantes del Huáscar fueron llevados a la isla de San Lorenzo, a realizar prácticas de tiro, pero cuatro meses después, en marzo de 1873, Grau y el Huáscar fueron enviados nuevamente a las costas bolivianas, al persistir la tension militar por las ambiciones territoriales de Chile.
El Huáscar y sus tripulantes fueron muy bien recibidos por las autoridades y el pueblo boliviano de Cobija, porque eran vistos como los garantes de su independencia.
Al ancla frente a Iquique, desde su pequeño camarote en el monitor, Grau escribió otro informe al ministro de Guerra y Marina sobre el curso de los acontecimientos y remata: “Durante mi permanencia en esas aguas me ha sido muy satisfactorio el recimiento hecho por las autoridades bolivianas, las que me han dispensado toda clase de atenciones, no omitiendo circunstancia alguna para manifestar sus sentimientos de adhesion al Gobierno y pueblo peruano”

Chile pasa adelante

Al iniciarse 1874, Grau es ratificado por la Comandancia General de la Marina al mando del Huáscar y, el 30 de abril, es nombrado Jefe de la Escuadra de Evoluciones, encargado de una práctica general de Guerra, a lo largo de todo el extenso litoral peruano, en la que participaron el Huáscar, la Independencia, La Unión y los monitores Atahualpa y Manco Cápac, además del Chalaco.
Las prácticas apuntan a adiestrar en maniobras de todo tipo a los tripulantes de los buques, además de prácticas de artillería. Hay detrás de esta gran maniobra un trasfondo que Grau y los principales jefes de la Marina de Guerra conocían: Chile ya estaba a punto de recibir los dos poderosos blindados Lord Cochrane y Blanco Encalada, mandados a construir en astilleros de Inglaterra.
Con diferencia de pocos meses, en la segunda mitad de 1874 llegaron al puerto de Valparaiso esos dos gemelos blindados, que tenían un desplazamiento de 3 mil toneladas, una coraza de 9 pulgadas y 6 cañones de 250 libras, con una velocidad de crucero de 9 a 10 nudos. Uno solo de ellos, era el doble que el Huáscar, cuyos cañones lanzaban bombas obsoletas para su época y que no podían penetrar el blindaje de esas naves. 


La miopía estratégica de los gobernantes peruanos les impidió contrarrestar este poderío naval chileno, y frente al poder de los cañones, se inclinaron por la diplomacia y así, el canciller del presidente Manuel Pardo suscribió el malhadado Tratado de Alianza Defensiva con Bolivia, en 1873, y al que no se adhirió Argentina. A pesar de las advertencias de los jefes de la Marina, las cosas no cambiaron en los años siguientes por la severa crisis económica que afrontaron los gobiernos de Pardo y de Prado, quienes no solo no compraron nuevos buques, sino que recortaron el presupuesto destinado al equipamiento de las naves y la preparación y paga de los marinos.
La captura del Talismán
Pero antes de entrar a la etapa heroica de Grau y el Huáscar, no podemos dejar de mencionar el primer levantamiento de Nicolás de Piérola, que en octubre de 1874 ingresó a aguas peruanas a bordo del Taalisman.
Piérola y más de un centenar de partidarios se embarcaron en el Talisman y partieron desde Valparaiso. Intentaron un desembarco en Pacasmayo, pero luego se replegaron a Ilo, en Moquegua, donde el Talisman fue avistado.
Por orden del presiente Pardo, Grau y el Huáscar salieron rumbo al sur y no tuvieron problema en intervenir al Talisman, cuyos pertrechos de guerra y alimentos fueron incautados. La nave fue enviada por Grau al Callao, pero Piérola y sus hombres huyeron tierra adentro. 


Al mes siguiente, serían batidos por las fuerzas del general Juan Buendía. Piérola logró huir, pero nunca perdonaría que Grau haya frustrado sus planes al incautarle el Talismán y, al asumir como Dictador haría notorio este resentimiento.
En 1877, al alzarse los pierolistas y tomar el “Huáscar”, Prado envió a la Escuadra, con la “Independencia” al mando del capitán de navio, Juan Guillermo More, a dar caza al monitor rebelde. Felizmente, el “Huáscar” no peleó contra la “Independencia”, pero si se enfrentó a las fragatas inglesas “Amathyst” y el “Sha” en el célebre combate de Pacocha.


Ya entonces el conflicto chileno-boliviano en Antofagasta era abierto, pero la crisis económica en el Perú obligó al Ejecutivo y al Congreso a tomar medidas suicidas, como cancelar la compra de dos blindados (1875) y cerrar la Escuela de Grumetes del Callao (1878). Como para no creerlo: en las puertas mismas de la Guerra, el Perú ni se armaba ni capacitaba a los hombres que debían defenderlo.

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