martes, 30 de agosto de 2016

Torpedo de la Marina voló en pedazos a la Covadonga en Chancay

Hace 135 años, la resistencia peruana hizo temblar a Chile


Por mar y tierra, el Perú afrontó el desafío de la guerra con Chile, aunque lo encontraba prácticamente desarmado al declararse el conflicto por parte de La Moneda, el 5 de abril de 1879.
Un falso y equívoco sentimiento de superioridad se tenía entonces frente al pequeño país del sur. La prensa limeña avivaba el fuego de la guerra y entusiasmaba a la población con una victoria que reflejaría una superioridad en hombres y armas que no era cierta.
Los cinco años de guerra, a pesar de la falta de preparación y de pertrechos bélicos, sacaría a flote, sin embargo, lo más valioso del Perú, ese espíritu indomable que no se doblegó ante la adversidad ni en mar ni en tierra.
La Marina de Guerra siguió en la lucha luego de Angamos, y el Ejército emergió con más denuedo luego de San Juan y Miraflores. A la luz de los hechos, el Perú no se rindió, fue vencido y vendido por malos peruanos, quienes se coludieron con el invasor y tramaron la entrega de Tarapacá y la firma del Tratado de Ancón.

Hundida hace 136 años

Esta serie que inicia La Razón tenía un esquema diferente, pero una fecha tan especial la hizo cambiar en su inicio porque ayer se conmemoró, precisamente, el 135 aniversario del hundimiento del buque chileno Covadonga, en Chancay.
La Virgen de Covadonga, más conocida en la historia como Covadonga, era una goleta de madera, que se movilizaba a hélice y vapor, integrada a la Escuadra de España en 1859 y capturada al sur de Chile, mediante una estratagema, por la corbeta Esmeralda en noviembre de 1865.
Ese año, el poder naval de Chile era tan pobre que esas dos naves eran su única fuerza marina. Por eso, en el Combate de Abtao, el 7 de febrero de 1866, la la lucha la sostuvieron durante cinco horas los buques peruanos Apurímac, la Unión y América, recién adquiridas para hacer frente a la Escuadra española que amenazaba la soberanía peruana.
Los años, que no perdonan la desidia y el abandono, cambiarían la correlación de fuerzas y, en 1879, la Esmeralda y la Covadonga eran los dos buques más antiguos de la Armada de Chile, cuyo poderío ahora mayor al del Perú con los blindados Cochrane y Blanco Encalada.

Página de infamia

Al iniciarse el conflicto, el jefe de la escuadra chilena, Williams Rebolledo planificó destruir a la Marina peruana en el Callao, al enterarse que la Independencia y el Huáscar eran sometidos a reparaciones en el Dársena chalaco. Por ser buques lentos y de menor poder, la Esmeralda y la Covadonga se quedaron a bloquear el puerto de Iquique mientras la fuerza principal chilena enrumbó al Callao.
Reparadas a revientacaballo, el Huáscar, la Independencia y otros tres buques peruanos partieron con el presidente Prado a bordo y se cruzaron en el oceáno con la escuadra chilena.
El 21 de mayo de 1879, mientras el Huáscar daba cuenta de la Esmeralda y rescataba a sus náufragos, distinta era la historia en Punta Gruesa, cuando la poderosa fragata Independencia chocó contra una roca submarina mientras perseguía a la Covandonga, que era cuatro veces más pequeña.
El capitán Carlos Condell de la Haza, jefe de la Covadonga, al notar que la Independencia había encallado e se inclinaba peligrosamente producto del choque, dejó atrás su fuga desesperada, dió media vuelta y ordenó cañonear al buque peruano, que se hundía.
Condell escribiría una página de la infamia al ordenar, además, ametrallar a los náufragos peruanos que saltaban de la Independencia para salvar sus vidas, mientras que el comandante Juan Guillermo More y un puñado de hombres respondían el fuego de la Covadonga.
El accidente y hundimiento de la Independencia se lo atribuyó Condell como una victoria y alardeó del hecho al llegar a Valparaíso, pero ningún jefe naval neutral podía aceptar que la diminuta Covadonga podría derrotar en combate a la blindada Independencia.

Bombardean a las mulas

Tras el desastre de Angamos, la Covadonga participó en el bloqueo naval impuesto al Callao desde el 10 de abril de 1880 y que se extendía hasta los puertos vecinos de Ancón y Chancay.
Para evitar el ingreso de armas a la resistencia peruana, el mando chileno ordenó imponer otro bloqueo en regla a Chancay, desde el 11 de junio de 1880, a través de la cañonera Pilcomayo, un buque peruano capturado por el blindado Blanco Encalada el 18 de noviembre de 1879, y puesto al servicio de Chile con modernos cañones.
Bajo mando del chileno capitán de corbeta Luis Uribe, la Pilcomayo bombardeó la línea del ferrocarril y hasta a los burros que llevaban carga. Según el historiador chileno Vicuña Mackenna: “la Pilcomayo disparó el 23 de junio cuatro tiros sobre una recua de mulas, sin causar el menor daño ni a los arrieros ni a las acémilas. El 1º de julio igual número de disparos y la misma impunidad. El 3 de julio 25 tiros y ninguna avería. El 4 de julio se hizo fuego a la playa con ametralladora, pero con resultado negativo. El 14 de julio 11 tiros sobre el cerro de Peraloillo; más el cerro quedó inmutable, y no mojó sus rocas azotadas por las olas ni una sola gota de sangre peruana, ni siquiera de cuadrúpedo” .

Respuesta peruana

El 1° de septiembre, la Covadonga, al mando del capitán de fragata Manuel J. Orella, reemplazó a la Pilcomayo y, el 9 de septiembre, Orella fue cambiado por el capitán de corbeta Pablo de Ferrari.
La mañana del 13 de septiembre, la Covadonga cañoneó al puerto con 22 tiros, 4 de ellos sobre el muelle y el resto sobre dos embarcaciones, hundiendo una de ellas. La población, felizmente, no fue impactada.
Al ver una pequeña lancha a la deriva, con frutas y algunas aves para que sea más atractivo el bocado, el capitán Ferrari ordenó reconocer al bote y, al no encontrar nada sospechoso, lo colocaron al costado de la goleta.
Alrededor de las 3:15 de la tarde, al iniciarse el izado de la pequeña lancha, el artefacto explosivo hizo ignición y una formidable explosión retumbó la tranquila bahía de Chancay, como si todos los cañonazos lanzados por la Covadonga en 13 dias, estallaran juntos al mismo tiempo.
Fue tal el boquete abierto por la explosión que la Covadonga se hundió en dos minutos. Unos 40 hombres murieron al instante, tragados por la explosión y otros 26 cadáveres fueron rescatados de las aguas, destrozados.
Del estallido y hundimiento, solo se salvaron 46 hombres. 29 de ellos lograron abordar y escapar en el único bote de la nave. En total, se salvaron 12 oficiales y el resto eran marineros, que fueron hechos prisioneros.
Entre los muertos estaba su jefe, el capitán Ferrari y la nave, con sus cinco cañones y una ametralladora desapareció partida en el mar. El hundimiento de la Covadonga fue el aviso, en el lenguaje de la guerra, que la Marina no tendría buques pero seguía en la brega y lo confirmaría con otras valientes acciones durante el malhadado conflicto con Chile.

Fue producto netamente peruano

El torpedo que hundió a la Covandonga y luego al transporte Loa, en el Callao, fue fabricado por el ingeniero Manuel Cuadros. En esta tarea tuvo la colaboración de Constantino Negreiros. Los especialistas consideran que el torpedo tenía unos 350 Kg de dinamita, y fue camuflado dentro de un llamativo bote. Fue el teniente 2° Decio Oyague quien colocó el torpedo y lo dejó expedito como carnada para la Covadonga. Oyague llevó el torpedo por tren a Ancón y, luego en bote lo trasladó a Chancay el 9 de septiembre, con el capitán Ezequiel del Campo.



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