Perdidas las batallas
de San Juan y Miraflores, y ocupada Lima desde el 17 de enero de 1881,
la resistencia peruana se corporizó en el general Andrés Avelino
Cáceres, quien alcanzó ese grado en abril de 1881, por su destacada
participación en todas las grandes batallas de la guerra hasta ese
momento.
Cáceres sobrevivió a una grave herida de bala en el fémur derecho en la Batalla de Miraflores (15 de enero 1881)
y, como jefe político y militar del Centro, inició una incansable labor
entre las comunidades campesinas de Tarma, Jauja y Huancayo. En esta
gigantesca labor, mucho le ayudó a Cáceres hablar el quechua y conocer a
fondo el alma de los indígenas, quienes de cariño le dirán “Taita Cáceres”.
La campaña de la
resistencia patriota se inició el 28 de abril de 1881. Jauja se
convirtió en el cuartel general de la resistencia y el alto mando
chileno, informado que Cáceres organizaba a las masas de indígenas del
centro, decidió enviar una división de mil hombres al mando del teniente
coronel Ambrosio Letelier.
La orden de Patricio
Lynch, el jefe de la ocupación, era eliminar a las incipientes fuerzas
peruanas. Letelier, como lo admite el historiador chileno Gonzalo
Bulnes, creyó ser el amo y dueño del territorio ocupado y avanzó
sembrando extorsiones y destrucción en Tarma, Cerro de Pasco y Huánuco.
Triunfo en Sangrar
Letelier impuso cupos a
Tarma, Huancayo y esquilmó, como si fuera un bandido, a los mineros de
Cerro de Pasco, sin importarle la nacionalidad de nadie. Sus abusos, sin
embargo, motivaron la airada queja del cónsul italiano por el robo
perpetrado a uno de sus nacionales.
Letelier, que se
convirtió en una vergüenza para los invasores, fue obligado a volver a
Lima y, tan graves eran las denuncias en su contra, que fue sometido a
un consejo de guerra y enviado a Chile con otros dos de sus oficiales.
El retorno de Letelier, sin embargo, no fue fácil, pues una columna
chilena, enviada a servirle de retaguardia, fue destrozada por las
fuerzas del coronel Vento en el combate de Sangrar, en Canta, el 26 de
junio de 1881. La lucha se dio en dos partes, al sorprender los peruanos
a una avanzada chilena de 7 soldados, que fue aniquilada.
Al caer la tarde, las
fuerzas del coronel Vento reiniciaron el ataque contra las fuerzas que
mandaba el capitán chileno Araneda, que tuvo que refugiarse en un
campamento minero. Por su mejor armamento, los chilenos pudieron
resistir el asedio, que debió ser levantado por la proximidad de las
tropas de Letelier, que bajaban en retirada a Lima. Unos 24 chilenos
cayeron en la refriega y otros 18 quedaron heridos.
Golpe en Sierralumi
Las fuerzas chilenas
tendrían otro duro revés a manos de las montoneras campesinas en la
quebrada de Sierralumi, distrito de Comas, al noroeste de Concepción, en
Junín.
Fue el 2 de marzo de
1882, cuando la columna del teniente Idelfonso Alamos retornaba a
Concepción llevando 500 carneros y vacas, además de 500 arrobas de
mantequilla y alimentos, que le fuera requisada a la hacienda Runatullo.
Desde que los chilenos
se aparecieron en el valle de Mantaro, se hicieron odiosos por sus
exacciones y, esta vez, al mando del valiente Ambrosio Salazar, los
campesinos se organizaron y esperaron a los chilenos en las alturas de
Sierralumi, desde donde los atacaron con hondas y les lanzaron piedras
enormes, que se llevaron a unos 18 soldados chilenos al abismo.
Esta acción sirvió de
estimulo a los campesinos de Junín, que desde entonces se plegaron en
masa a la resistencia contra el invasor chileno.
Cáceres burla
el cerco chileno
El alto mando chileno,
en coordinación con el gobierno de Santiago, al no lograr que García
Calderón firme la paz con cesión territorial, procedieron a detenerlo y
embarcarlo a Chile, junto a otros políticos peruanos importantes.
Otra decisión fue
organizar una doble expedición militar, para cercar y destruir al
pequeño ejército de Cáceres estacionado en Chosica. Lynch, al mando de
dos mil hombres, subiría por Canta hasta Chicla, mientras que el general
Gana y mil hombres irían de Lima a Chosica a atacar de frente.
Andrés Avelino Cáceres
entonces empezaría a ganarse el apelativo de Brujo de los Andes, pues
logró escapar del cerco a tiempo e inició la retirada con sus mil 200
hombres rumbo a Jauja, seguido por los soldados chilenos del general
Gana.
En Jauja lanzó un
mensaje a la nación, invocando la ayuda necesaria para seguir en la
lucha, y luego salió de Jauja rumbo a Huancayo, ante la cercanía del
enemigo que casi lo triplicaba en fuerzas.
Combate de Pucará
El 5 de febrero de
1882, finalmente, las tropas chilenas empiezan el ataque en el primer
combate de Pucará, a diez kilómetros de Huancayo, donde Cáceres
desarrolla una táctica magistral que contiene al enemigo más poderoso y
le permite a sus hombres seguir su ruta rumbo a Izcuchaca, en
Huancavelica.
Durante más de 5 horas
se combate y la retaguardia peruana hace estragos entre los enemigos.
En sus Memorias, Cáceres escribiría: “las fuerzas enemigas
compuestas de más de 2,000 plazas, que en cinco horas de recio combate
no pudieron apagar los fuegos de las guerrillas que les salieron al
encuentro, se desconcertaron con tan inesperada resistencia, prefiriendo
replegarse a Pucará antes que aventurar una acción erizada de peligros
aunque para ello hubieron de renunciar, mal de su grado, a su propósito
de cortar la retirada del ejército y aniquilarlo bajo el peso de sus
poderosas armas…”
Las glorias de esa
memorable jornada, son glorias nacionales que merecen figurar en los
fastos de la guerra del Pacífico al lado de las que se conquistaron en
los campos de Tarapacá”, escribió.
En este combate,
Cáceres volvió a estar en el centro de la batalla y, en un momento,
quedó tan expuesto ante el avance chileno que una partida de jinetes
enemigos salió a capturarlo. La rápida reacción de los hombres que lo
custodiaban impidió que los chilenos lograran su cometido y Cáceres, al
mediodía y con un fuerte sol serrano, avanzaba junto a sus hombres
mientras los chilenos cargaban sus muertos y retornaban a Huancayo.
En Jauja se inicia la resistencia con 294 combatientes
A mediados de 1881, ya
era evidente el don de organización y de estrategia militar del cuartel
de Jauja, porque partidas de montoneros se organizaron en Canta,
Chancay y en el sur, en las sierras de Ica.
El historiador Luis
Guzmán Palomino, en su libro Cáceres y la Breña, señala que el ejército
de la Breña primigenio nació con apenas 294 hombres, integrado por
hombres de distintos batallones que fueron disueltos tras la derrota en
Miraflores.
Cáceres luego pasó a
Huancayo, donde solicitó hombres y apoyo económico de los hacendados.
Grande seria su desilusión porque el aporte económico siempre fue negado
por temor a las represalias chilenas.
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