Hace 135 años, la resistencia peruana hizo temblar a Chile
Por mar y tierra, el
Perú afrontó el desafío de la guerra con Chile, aunque lo encontraba
prácticamente desarmado al declararse el conflicto por parte de La
Moneda, el 5 de abril de 1879.
Un falso y equívoco
sentimiento de superioridad se tenía entonces frente al pequeño país del
sur. La prensa limeña avivaba el fuego de la guerra y entusiasmaba a la
población con una victoria que reflejaría una superioridad en hombres y
armas que no era cierta.
Los cinco años de
guerra, a pesar de la falta de preparación y de pertrechos bélicos,
sacaría a flote, sin embargo, lo más valioso del Perú, ese espíritu
indomable que no se doblegó ante la adversidad ni en mar ni en tierra.
La Marina de Guerra
siguió en la lucha luego de Angamos, y el Ejército emergió con más
denuedo luego de San Juan y Miraflores. A la luz de los hechos, el Perú
no se rindió, fue vencido y vendido por malos peruanos, quienes se
coludieron con el invasor y tramaron la entrega de Tarapacá y la firma
del Tratado de Ancón.
Hundida hace 136 años
Esta serie que inicia
La Razón tenía un esquema diferente, pero una fecha tan especial la hizo
cambiar en su inicio porque ayer se conmemoró, precisamente, el 135
aniversario del hundimiento del buque chileno Covadonga, en Chancay.
La Virgen de
Covadonga, más conocida en la historia como Covadonga, era una goleta de
madera, que se movilizaba a hélice y vapor, integrada a la Escuadra de
España en 1859 y capturada al sur de Chile, mediante una estratagema,
por la corbeta Esmeralda en noviembre de 1865.
Ese año, el poder
naval de Chile era tan pobre que esas dos naves eran su única fuerza
marina. Por eso, en el Combate de Abtao, el 7 de febrero de 1866, la la
lucha la sostuvieron durante cinco horas los buques peruanos Apurímac,
la Unión y América, recién adquiridas para hacer frente a la Escuadra
española que amenazaba la soberanía peruana.
Los años, que no
perdonan la desidia y el abandono, cambiarían la correlación de fuerzas
y, en 1879, la Esmeralda y la Covadonga eran los dos buques más antiguos
de la Armada de Chile, cuyo poderío ahora mayor al del Perú con los
blindados Cochrane y Blanco Encalada.
Página de infamia
Al iniciarse el
conflicto, el jefe de la escuadra chilena, Williams Rebolledo planificó
destruir a la Marina peruana en el Callao, al enterarse que la
Independencia y el Huáscar eran sometidos a reparaciones en el Dársena
chalaco. Por ser buques lentos y de menor poder, la Esmeralda y la
Covadonga se quedaron a bloquear el puerto de Iquique mientras la fuerza
principal chilena enrumbó al Callao.
Reparadas a
revientacaballo, el Huáscar, la Independencia y otros tres buques
peruanos partieron con el presidente Prado a bordo y se cruzaron en el
oceáno con la escuadra chilena.
El 21 de mayo de 1879,
mientras el Huáscar daba cuenta de la Esmeralda y rescataba a sus
náufragos, distinta era la historia en Punta Gruesa, cuando la poderosa
fragata Independencia chocó contra una roca submarina mientras perseguía
a la Covandonga, que era cuatro veces más pequeña.
El capitán Carlos
Condell de la Haza, jefe de la Covadonga, al notar que la Independencia
había encallado e se inclinaba peligrosamente producto del choque, dejó
atrás su fuga desesperada, dió media vuelta y ordenó cañonear al buque
peruano, que se hundía.
Condell escribiría una
página de la infamia al ordenar, además, ametrallar a los náufragos
peruanos que saltaban de la Independencia para salvar sus vidas,
mientras que el comandante Juan Guillermo More y un puñado de hombres
respondían el fuego de la Covadonga.
El accidente y
hundimiento de la Independencia se lo atribuyó Condell como una victoria
y alardeó del hecho al llegar a Valparaíso, pero ningún jefe naval
neutral podía aceptar que la diminuta Covadonga podría derrotar en
combate a la blindada Independencia.
Bombardean a las mulas
Tras el desastre de
Angamos, la Covadonga participó en el bloqueo naval impuesto al Callao
desde el 10 de abril de 1880 y que se extendía hasta los puertos vecinos
de Ancón y Chancay.
Para evitar el ingreso
de armas a la resistencia peruana, el mando chileno ordenó imponer otro
bloqueo en regla a Chancay, desde el 11 de junio de 1880, a través de
la cañonera Pilcomayo, un buque peruano capturado por el blindado Blanco
Encalada el 18 de noviembre de 1879, y puesto al servicio de Chile con
modernos cañones.
Bajo mando del chileno
capitán de corbeta Luis Uribe, la Pilcomayo bombardeó la línea del
ferrocarril y hasta a los burros que llevaban carga. Según el
historiador chileno Vicuña Mackenna: “la Pilcomayo disparó el 23 de
junio cuatro tiros sobre una recua de mulas, sin causar el menor daño ni
a los arrieros ni a las acémilas. El 1º de julio igual número de
disparos y la misma impunidad. El 3 de julio 25 tiros y ninguna avería.
El 4 de julio se hizo fuego a la playa con ametralladora, pero con
resultado negativo. El 14 de julio 11 tiros sobre el cerro de
Peraloillo; más el cerro quedó inmutable, y no mojó sus rocas azotadas
por las olas ni una sola gota de sangre peruana, ni siquiera de
cuadrúpedo” .
Respuesta peruana
El 1° de septiembre,
la Covadonga, al mando del capitán de fragata Manuel J. Orella,
reemplazó a la Pilcomayo y, el 9 de septiembre, Orella fue cambiado por
el capitán de corbeta Pablo de Ferrari.
La mañana del 13 de
septiembre, la Covadonga cañoneó al puerto con 22 tiros, 4 de ellos
sobre el muelle y el resto sobre dos embarcaciones, hundiendo una de
ellas. La población, felizmente, no fue impactada.
Al ver una pequeña
lancha a la deriva, con frutas y algunas aves para que sea más atractivo
el bocado, el capitán Ferrari ordenó reconocer al bote y, al no
encontrar nada sospechoso, lo colocaron al costado de la goleta.
Alrededor de las 3:15
de la tarde, al iniciarse el izado de la pequeña lancha, el artefacto
explosivo hizo ignición y una formidable explosión retumbó la tranquila
bahía de Chancay, como si todos los cañonazos lanzados por la Covadonga
en 13 dias, estallaran juntos al mismo tiempo.
Fue tal el boquete
abierto por la explosión que la Covadonga se hundió en dos minutos. Unos
40 hombres murieron al instante, tragados por la explosión y otros 26
cadáveres fueron rescatados de las aguas, destrozados.
Del estallido y
hundimiento, solo se salvaron 46 hombres. 29 de ellos lograron abordar y
escapar en el único bote de la nave. En total, se salvaron 12 oficiales
y el resto eran marineros, que fueron hechos prisioneros.
Entre los muertos
estaba su jefe, el capitán Ferrari y la nave, con sus cinco cañones y
una ametralladora desapareció partida en el mar. El hundimiento de la
Covadonga fue el aviso, en el lenguaje de la guerra, que la Marina no
tendría buques pero seguía en la brega y lo confirmaría con otras
valientes acciones durante el malhadado conflicto con Chile.
Fue producto netamente peruano
El torpedo que hundió a
la Covandonga y luego al transporte Loa, en el Callao, fue fabricado
por el ingeniero Manuel Cuadros. En esta tarea tuvo la colaboración de
Constantino Negreiros. Los especialistas consideran que el torpedo tenía
unos 350 Kg de dinamita, y fue camuflado dentro de un llamativo bote.
Fue el teniente 2° Decio Oyague quien colocó el torpedo y lo dejó
expedito como carnada para la Covadonga. Oyague llevó el torpedo por
tren a Ancón y, luego en bote lo trasladó a Chancay el 9 de septiembre,
con el capitán Ezequiel del Campo.
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