El tsunami del
27 de febrero del 2010, que destruyó puertos a lo largo de la costa sur
de Chile, puso nuevamente en el centro de la noticia al viejo monitor
Huáscar, 137 años después de asombrar al mundo con sus correrías al
mando de Miguel Grau durante la campaña naval de la Guerra del Salitre.
Las furiosas
olas que destruyeron las instalaciones del puerto de Talcahuano, centro
de la mayor base naval de la Armada de Chile, castigaron las centenarias
estructuras metálicas del Huáscar, pero como si el espíritu de Grau lo
guiara, se mantuvo a flote y solo sufrió daños menores.
Por algunas
horas, el Huáscar flotó libre, mientras el tsunami –según lo reveló
pocos años después el periodista chileno de CNN, Tomás Antonio Mosciatti
Olivieri-destruía los sistemas electrónicos que guían los misiles de la
Armada chilena e infligía graves daños a la estructura portuaria de
Talcahuano, 600 kilómetros al sur de Santiago.
“Las
fuertes estructuras metálicas del viejo monitor no sufrieron daños, pero
al estar a merced del furioso oleaje, el interior si sufrió daños”,
reportaron las informaciones que dieron cuenta sobre este episodio que
da una imagen del glorioso monitor que bajo la égida de Grau escribió
las páginas más sobresalientes de la historia naval peruana.
De fabricación inglesa
El monitor
Huáscar fue mandado a construir por el presidente Juan Antonio Pezet,
ante el inminente conflicto militar que afrontaba el Perú contra una
poderosa flota naval enviada por España y que ocupó las islas de Chincha
el 14 de abril de 1864.
El gobierno
envió una comisión naval a Inglaterra, con la misión de ordenar la
construcción de dos buques blindados porque la Marina de Guerra carecía
del poder de fuego para enfrentarse a las modernas fragatas españolas.
Paradojas de
la historia, el contrato para la construcción del Huáscar fue firmado
con los astilleros Birkenhead, al noroeste de Londres. El tipo de nave
fue recomendado por el capitán de navío José María Salcedo, quien
suscribió la orden y era chileno, nacido en Concepción, el 16 de
noviembre de 1809, y fue un brillante e intachable oficial que llegó a
ser comandante general de la Marina de Guerra del Perú.
Casi al mismo
tiempo, en Londres, en los astilleros Samuda, se empezó la construcción
de una fragata blindada, la Independencia, aprobada por la comisión
naval que presidió el capitán de corbeta Aurelio García y García.
En su Historia
de la Marina de Guerra del Perú, Manuel Vegas advierte que, al darse
libertad de decisión a dos comisiones distintas, “los que pudieron ser dos buques gemelos terminaron por diferenciarse grandemente”.
Las dos naves
mandadas a fabricar en Inglaterra serìan blindadas, pero tenían
características distintas y una amplia diferencia en el precio: el
Huáscar costo 81,247 libras esterlinas mientras que la Independencia
demandó más del doble de inversión: 176 mil libras esterlinas.
Para su tiempo, el Huáscar era una nave de tipo mediano, con mil 765 toneladas de desplazamiento, un largo (eslora) de 62 metros y 10.66 metros de ancho o manga, por 6 metros de alto o puntal en su casco de hierro.
El buque tenía
4 compartimientos con una coraza de 114 m/m de espesort y disminuyendo
en sus extremos. Su máquina desarrollaba 300 caballos que le daban un
andar de 13 nudos, bastante veloz para el promedio de los buques de
guerra. Pero lo más valioso y que lo convertía en temible eran sus dos
poderosos cañones rayados Armstrong de 300 libras montados en una torre
giratoria de hierro, totalmente blindada.
Tenía además
otros dos cañones de 40 libras y otro de 12. Los bordes o falcas de la
nave se bajaban para darle visibilidad de fuego a los dos cañones de la
torreta y, cuando estaba en movimiento, el buque apenas sobresalía 1.20
metros en la superficie del mar, lo cual siempre fue difícil de detectar
y un blanco difícil de ubicar para sus oponentes.
Tenía además
un espolón, arma cuyo uso se remontaba al Imperio de Roma, pero que
seguía en uso en los barcos de guerra del siglo XIX. Con este espolón,
Grau pondría fin al combate de Iquique.
La Unión y la América
La entrega de
estos blindados tardaría doce meses, demasiado tiempo para un país
amenazado por la flota española. La misión naval peruana se enteró
entonces que en Nantes, Francia, estaban listas dos corbetas gemelas,
construidas para los estados del sur, pero como ya se había acabado la
Guerra de Secesión en Estados Unidos, estaban a la venta.
La América y
La Unión –asi fueron bautizadas- eran dos bellas y ágiles fragatas de
madera, con máquinas de 500 caballos y un desplazamiento de mil 600
toneladas, podían navegar a 13 nudos y estaban equipadas de 14 cañones
Vorus de 70.
La primera
vino al mando del capitán de corbeta, Juan Pardo de Zela y la segunda,
La Unión, fue entregada al mando del capitán de corbeta Miguel Grau.
Tras una accidentada travesía por el Atlántico, esta nave llegó al
Callao en mayo de 1865, un mes después que la América.
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