El Perú
aplaudió a la Marina y sus jefes por la decidida defensa de la
Constitución y de rechazo al golpe de los hermanos Gutiérrez. Los
elogios, sin embargo, a nivel nacional e internacional se dirigieron al
capitán de navío Miguel Grau, quien fue el primero en firmar la proclama
en defensa de la ley y del orden.
En “El Americano”,
periódico que dirigía en París el periodista argentino Florencio
Varela, se destacó el papel de la Marina, de Grau y también da un
vistazo de cómo se encontraba el Huáscar bajo su mando. Este articulo,
que fue reproducido por El Comercio el 17 de agosto de 1872, y de Grau
decía: “En sus honrosas filas milita el señor Grau… Noble,
franco, leal, inteligente, pundonoroso y bravo, como todos los hombres
de convicciones, el Comandante Grau que monta el magnífico acorazado “Huáscar”, es un official que hace honor a su patria”.
En línea seguida, el periodista argentino, que conocía a Grau y visitó el monitor, escribió: “Hemos
tenido ocasion de visitar detenidamente dicho buque y confesamos que,
al poner los pies en su cubierta, no pudimos imaginarnos que en una
república Americana hubiese un buque tan admirablemente tenido y una
disciplina tan rigurosa, como la del mejor navío de la flota inglesa”.
Antes de
terminar, Varela redondeó su perfil de Grau y el Huáscar con un
vaticinio que la historia naval registraría entre abril y octubre de
1879: “Hacemos votos porque la Escuadra peruana se balancee
tranquilamente en las aguas del Pacífico con la bandera de paz en sus
mástiles; pero si por desgracia quiere que nuevas provocaciones la
obliguen a izar la bandera roja, cierto estamos de que con barcos como
el Huascar y oficiales como Grau, la honra y el nombre del Perú seran
dignamente defendidos”.
Garantes de litoral boliviano
El 1 de
setiembre de 1872, luego que sus fondos fueran limpiados durante dos
días, el Huáscar partió a Iquique y luego pasó a las aguas de
Antofagasta, Bolivia, donde germinaba la crisis que solo siete años
después estallaría en la con Guerra de 1879.
La misión de
Grau era evaluar la situación entre Chile y Bolivia, enfrentados por
disputas limítrofes y crispados, esta vez, por la intentona
revolucionaria del general boliviano Quintin Quevedo, que partió de
Valparaiso y desembarcó con tropas con la intención de tomar
Antofagasta.
Quevedo avanzó
hasta Tocopilla, pero fue rechazado por las autoridades bolivianas en
los primeros días de agosto y huyó con sus tropas en las corbetas
chilenas O´Higgins y Chacabuco, que lo esperaban frente a Antofagasta,
prueba plena de la intervención chilena en los asuntos bolivianos.
Seis días
después de recorrer las costas bolivianas y recopilar información de
primera mano, desde el Huáscar fondeado en Iquique, Grau emitió un
informe al ministro de Guerra y Marina, donde le informa el retiro de
tres buques de la Armada chilena que estuvo reunida en el puerto
boliviano de Mejillones.
Grau le dedica un párrafo especial a este hecho, y hace notar “hace tiempo que acostumbran estacionarse en los diversos lugares de ese litoral y muy particularmente en Mejillones”.
Una situación que Bolivia nunca trató de superar porque prácticamente
siempre tuvo abandonado su litoral a expensas de las ambiciones
chilenas.
Pero al margen
de la indolencia boliviana con su mar territorial, la presencia del
Huáscar y del vapor Chalaco hicieron sentir la presencia del Perú y, en
cierta medida, retrasaron cualquier agresión chilena porque entonces su
Armada carecía del poder necesario para ser una amenaza al Huáscar solo.
Antes de
acabar el año, los artilleros y tripulantes del Huáscar fueron llevados a
la isla de San Lorenzo, a realizar prácticas de tiro, pero cuatro meses
después, en marzo de 1873, Grau y el Huáscar fueron enviados nuevamente
a las costas bolivianas, al persistir la tension militar por las
ambiciones territoriales de Chile.
El Huáscar y
sus tripulantes fueron muy bien recibidos por las autoridades y el
pueblo boliviano de Cobija, porque eran vistos como los garantes de su
independencia.
Al ancla
frente a Iquique, desde su pequeño camarote en el monitor, Grau escribió
otro informe al ministro de Guerra y Marina sobre el curso de los
acontecimientos y remata: “Durante mi permanencia en esas aguas
me ha sido muy satisfactorio el recimiento hecho por las autoridades
bolivianas, las que me han dispensado toda clase de atenciones, no
omitiendo circunstancia alguna para manifestar sus sentimientos de
adhesion al Gobierno y pueblo peruano”.
Chile pasa adelante
Al iniciarse
1874, Grau es ratificado por la Comandancia General de la Marina al
mando del Huáscar y, el 30 de abril, es nombrado Jefe de la Escuadra de
Evoluciones, encargado de una práctica general de Guerra, a lo largo de
todo el extenso litoral peruano, en la que participaron el Huáscar, la
Independencia, La Unión y los monitores Atahualpa y Manco Cápac, además
del Chalaco.
Las prácticas
apuntan a adiestrar en maniobras de todo tipo a los tripulantes de los
buques, además de prácticas de artillería. Hay detrás de esta gran
maniobra un trasfondo que Grau y los principales jefes de la Marina de
Guerra conocían: Chile ya estaba a punto de recibir los dos poderosos
blindados Lord Cochrane y Blanco Encalada, mandados a construir en
astilleros de Inglaterra.
Con diferencia
de pocos meses, en la segunda mitad de 1874 llegaron al puerto de
Valparaiso esos dos gemelos blindados, que tenían un desplazamiento de 3
mil toneladas, una coraza de 9 pulgadas y 6 cañones de 250 libras, con
una velocidad de crucero de 9 a 10 nudos. Uno solo de ellos, era el
doble que el Huáscar, cuyos cañones lanzaban bombas obsoletas para su
época y que no podían penetrar el blindaje de esas naves.
La miopía
estratégica de los gobernantes peruanos les impidió contrarrestar este
poderío naval chileno, y frente al poder de los cañones, se inclinaron
por la diplomacia y así, el canciller del presidente Manuel Pardo
suscribió el malhadado Tratado de Alianza Defensiva con Bolivia, en
1873, y al que no se adhirió Argentina. A pesar de las advertencias de
los jefes de la Marina, las cosas no cambiaron en los años siguientes
por la severa crisis económica que afrontaron los gobiernos de Pardo y
de Prado, quienes no solo no compraron nuevos buques, sino que
recortaron el presupuesto destinado al equipamiento de las naves y la
preparación y paga de los marinos.
La captura del Talismán
Pero antes de
entrar a la etapa heroica de Grau y el Huáscar, no podemos dejar de
mencionar el primer levantamiento de Nicolás de Piérola, que en octubre
de 1874 ingresó a aguas peruanas a bordo del Taalisman.
Piérola y más
de un centenar de partidarios se embarcaron en el Talisman y partieron
desde Valparaiso. Intentaron un desembarco en Pacasmayo, pero luego se
replegaron a Ilo, en Moquegua, donde el Talisman fue avistado.
Por orden del
presiente Pardo, Grau y el Huáscar salieron rumbo al sur y no tuvieron
problema en intervenir al Talisman, cuyos pertrechos de guerra y
alimentos fueron incautados. La nave fue enviada por Grau al Callao,
pero Piérola y sus hombres huyeron tierra adentro.
Al mes
siguiente, serían batidos por las fuerzas del general Juan Buendía.
Piérola logró huir, pero nunca perdonaría que Grau haya frustrado sus
planes al incautarle el Talismán y, al asumir como Dictador haría
notorio este resentimiento.
En 1877, al alzarse los pierolistas y tomar el “Huáscar”, Prado envió a la Escuadra, con la “Independencia” al mando del capitán de navio, Juan Guillermo More, a dar caza al monitor rebelde. Felizmente, el “Huáscar” no peleó contra la “Independencia”, pero si se enfrentó a las fragatas inglesas “Amathyst” y el “Sha” en el célebre combate de Pacocha.
Ya entonces el
conflicto chileno-boliviano en Antofagasta era abierto, pero la crisis
económica en el Perú obligó al Ejecutivo y al Congreso a tomar medidas
suicidas, como cancelar la compra de dos blindados (1875) y cerrar la Escuela de Grumetes del Callao (1878).
Como para no creerlo: en las puertas mismas de la Guerra, el Perú ni se
armaba ni capacitaba a los hombres que debían defenderlo.
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