Inca
significa jefe, y sólo se aplicaba a ellos, no a toda la gente. La
palabra “Quechua” también está mal traducida, pues significa tierra
de cultivo entre los 1000 y los 3000 m y en ningún caso lo usan para
referirse a su lenguaje. El término que ellos utilizan para denominar
su lenguaje es runa-simi, o lengua de los hombres.
Yupanqui Pachacuti
(1438-1471), noveno soberano inca, fue quien convirtió al pueblo inca
en Imperio. Al norte vivían los Quechuas, aliados con quienes
compartían la lengua. Había otro pueblo que crecía en poderío y
conquistas: los Chancas, una confederación de tribus que había
derrotado a los quechuas mientras gobernaba Viracocha, octavo soberano
inca. Pesimista ante el peligro, Viracocha decidió protegerse en una
ciudad alta con su hijo Urco, a quien había delegado el poder. Mas
otro de sus hijos, Yupanqui, juntando algunos nobles logró vencer
sorpresivamente a los Chancas, derrotando a su jefe. Viracocha,
celoso, quiso matarlo, pero Yupanqui se proclamó Sepa-Inca con el
nuevo nombre de Pachacuti (el transformador). La
leyenda cuenta que el ejército que formó Pachacuti fue enviado por el
creador que transformó las piedras en guerreros. A Pachacuti (o
Pachacútec) solo le faltaba vencer a los collas (o aimaráes, situados en
parte de lo que hoy es Bolivia); los venció y además sometió a
tributo a todas las comunidades indígenas hasta el mar. Además de
conquistar y pacificar su territorio, Pachacuti gobernó, legisló y
organizó a su gente, y construyó mucho. Fue el mejor de los soberanos
Incas. El templo del Sol, que simbolizaba la riqueza y el poder de los
incas fue reconstruido por él. En 1471 entregó el poder a su hijo
tras treinta años de gobierno, conquista y construcción; su hijo, Topa (Túpac) Yupanqui
anexionó lo que ahora es el Ecuador a su imperio, subyugando a los
temibles Cañaris, que luego ayudarían a los españoles. La última
campaña de Topa Yupanqui fue la conquista de Chile hasta el río Maule.
Murió en 1493. Su sucesor fue Huayna Cápac ("joven rico
en virtudes"). No tuvo mucho donde expandirse pues se enfrentaba a
dos limitaciones casi imposibles: las selvas amazónicas al Este y las
selvas araucanas al Sur. En cambio, logró conservar la hegemonía del
imperio, combatiendo algunas insurrecciones como la de los Quitus.
Logró llegar hasta Colombia, apoderándose de un botín de turquesas tras
someter a las tribus de las costas del norte del Ecuador.
Huayna
Cápac murió en 1525, coincidiendo con la llegada de Pizarro a Túmbez,
extrañado ante la noticia de la llegada de hombres blancos, y se dice
que con el presentimiento de que el final del imperio estaba cerca
(leyenda de Viracocha). Cuando Francisco Pizarro volvió a lo que hoy es
Perú, el imperio se debatía en una guerra civil entre medios hermanos;
tras la muerte de Huayna Cápac, se había proclamado emperador a
Huáscar, hijo primogénito y legítimo de su relación con la colla (la
reina inca, mujer principal), nacido y criado en Cuzco Su medio hermano
fue Atahualpa, hijo del Inca y de una palla (concubina) proveniente de
Quitu, llamada Pacha; fue criado en Quitu y era el hijo favorito de
su padre HuaynaCápac; la lucha se establecía entre los dos bandos, con
Atahualpa como rebelde ante la coronación de su medio hermano. Pizarro,
luchando en la isla de Puna (Guayaquil) contra los incas del sector,
estaba enterado de la guerra civil, y al entrar él en Túmbez, también
guerreando, más allá Atahualpa derrotaba a Huáscar y se proclamaba
emperador de los incas.
En
realidad Huáscar había sido capturado por uno de sus generales,
Quizquiz, mientras Atahualpa (Atabalica) conquistaba y se asentaba en
la llanura de Cajamarca (Caxalmaca). Pizarro había tomado partido, en
un principio, por Huáscar, pero ante su derrota quiso acercarse a
Atahualpa y presentarle sus respetos. Pizarro emprendió camino en
dirección al sur, por la ruta del litoral, extrañados de no enfrentar
ningún obstáculo. Sin ningún enfrentamiento, llegaron a Cajamarca el
15 de Noviembre de 1532. Ese mismo día, por la tarde, habiéndose
establecido en los edificios públicos de la gran plaza central de
Cajamarca, Pizarro envió como embajador a su hermano Fernando, y
Atahualpa prometió devolverles la visita al día siguiente.
Extrañamente, Atahualpa decidió ir por la noche; mandó matar a todos
los indios que sintieron temor al ver los caballos; cuando Pizarro se
enteró de tal adelanto dividió a su gente en dos grupos y envió a un
cura a recibirlo.
A la
llegada de Atahualpa, el cura se le acercó y le extendió la Biblia,
diciéndole que Dios hablaba por el libro y que debía hacerse todo lo
que ordenase en él. Tomando el libro, Atahualpa lo sostuvo a penas
unos momentos y lo arrojó al suelo. El padre lo levantó del suelo y
regresó donde estaban los barbados españoles. Entonces el propio
gobernador se acercó de a caballo con toda su gente, le puso encima
una mano a Atahualpa y lo bajó de su trono repleto de oro. Se
desencadenó entonces una batalla nocturna donde los españoles
capturaron a los jefes y al propio Atahualpa, además de haber matado a
numerosos indios. Atahualpa le prometió enormes cantidades de oro a
cambio de su liberación. Los españoles esperaron por el oro y la plata y
luego lo sentenciaron tan solo a estrangulamiento a cambio de su
conversión in extremis, sino habría sido quemado.
La
actitud de Atahualpa sigue siendo un enigma; aunque está desechada la
hipótesis de que los españoles eran aún considerados dioses, pues
habían visto que los caballos eran inofensivos y vulnerables mientras no
hubiese jinete en ellos, se cree que Atahualpa decidió adelantar su
visita esperando que durante la noche los caballos fuesen
inutilizables, y dado su mayor número de tropas, suponía que tendría
una fácil victoria en caso de lucha. No se entiende tampoco porqué
dejó adentrarse tan fácilmente a los españoles que llegaron a
Cajamarca desde Túmbez sin ningún problema. Se piensa que Atahualpa,
aunque a sabiendas de que había apoyado a su hermano Huáscar, quería
conquistarlo para su favor, y que además sentía gran curiosidad por los
barbados hombres blancos.
En todo
caso, cometió terribles errores; el primero de ellos fue tener
contacto con los españoles en Cajamarca y no en el Cuzco, donde lo
apoyaría un mayor número de tropas (pero quizás sospecharía de la
fidelidad de aquellas, dado que su hermano también tenía seguidores
allí); el segundo fue acercarse él mismo hasta donde Pizarro, y no
dejar en cambio, que el español se acercase pero con la condición de
llegar sin tropas, so amenaza de batalla; el tercero fue creer
ingenuamente que lo liberarían al regalarles el oro y la plata,
exaltando aún más con tal acto, la codicia de los atrevidos barbones.
Las luchas posteriores, mientras Atahualpa estuvo preso, fueron
fáciles, aunque sorpresivas para los Incas, puesto que no imaginaban
siquiera que los españoles pudiesen recibir refuerzos por tierra.
“Pizarro, después de haber hecho ejecutar a Atahualpa, acusado de
usurpación, fratricidio, idolatría, poligamia y rebelión, llevó luto y
aparentó sentir pesar”. La rigidez de la administración inca quedó
manifiesta cuando murió Atahualpa; muchos indígenas presos del miedo
se volcaron a favor de los españoles, quienes llegaron al Cuzco con
tropas y sirvientes indígenas. La batalla de Cajamarca marca el fin
del imperio Inca.
Dinastía del Bajo Cuzco (Hurin Cusco): ~ 1200-1230: Manco Cápac ~ 1230-1260: Sinchi Roca ~ 1260-1290: Lloque Yupanqui ~ 1290-1320: Mayta Cápac ~ 1320-1350: Cápac Yupanqui Dinastía del Alto Cuzco (Hanan Cusco): ~ 1350-1380: Inca Roca ~ 1380-1400: Yáhuar Huaca ~ 1400-1438: Viracocha ~ 1438-1471: Pachacuti ~ 1471-1493: Túpac Yupanqui ~ 1493-1525: Huayna Cápac ~ 1525-1532: Huáscar ~ 1532-1533: Atahualpa |
En menos
de un siglo los Incas, con tan solo tres emperadores, habían logrado
expandir su imperio desde Colombia hasta Chile, conquistando tierras
de las más difíciles: páramos, selvas y desiertos. El historiador se
pregunta cual era la finalidad de los incas en su afán imperialista.
Según Garcilazo de la Vega, querían imponer su cultura y su Dios a los
pueblos conquistados para extender los beneficios de su civilización.
Pero según las crónicas de la época, los incas eran tan fieros
imperialistas porque no querían perder el ímpetu conquistador de sus
tropas: “se emprendieron muchas expediciones sólo por mantener la
tropa en ascuas”.
Ciertamente,
las conquistas servían para llenar o abastecer las arcas del estado,
con las cuales emperadores, incas y familia imperial, podrían recibir
de mano de sus artesanos lujosos objetos llenos de brillo o útiles
pequeños artefactos. Las conquistas también proporcionaban sirvientes,
los yonas, que aunque no eran considerados esclavos en toda la
amplitud del término, si se les parecían; proporcionaban también
nuevas tropas y obreros para las construcciones, de las cuales los incas
eran verdaderos apasionados. Es importante recalcar que los incas no conquistaban siempre por la fuerza:
“antes de partir a la guerra, el inca nunca dejó de enviar un
embajador a los jefes de la nación o de la tribu a la que se aprestaba
a subyugar, para invitarlos “en nombre del sol a reconocer su
autoridad, prometiendo tratarlos con honor y colmarlos de regalos””.
Los regalos no eran solamente objetos preciosos, también eran,
suponemos, transferencia tecnológica, conocimientos botánicos,
agrícolas, constructivos, metalúrgicos y tantos otros.
Incluso
los mismos cronistas españoles dan fe de tal procedimiento, relatando
como por ejemplo, en el valle de Chincha, sus habitantes fueron
regalados en oro y utensilios a cambio nada más que de la aceptación
general y reconocimiento del inca como señor y protector; al principio
el inca no pedía ni yonas, ni oro, ni mujeres, tan sólo la aceptación
y reconocimiento del hijo del sol. Claro que con aquellos que se
resistían eran implacables; teniendo un sistema de cuentas decimal,
tanto la administración como la jerarquía de las tropas lo usaban;
estaban perfectamente organizadas, cada cierto tramo del camino
existían almacenes, siempre con comida abundante, vestidos y armas.
Eran los almacenes del estado pero también los almacenes del ejército en
tiempos de ocupación.
Los
soldados se agrupaban mediante el arma que portaban: hondas, dardos,
bolas (tres bolas de piedra unidas por cordones); el arco y la flecha
solo lo utilizaban las tropas de las tierras calientes de la Amazonia.
Para la lucha cuerpo a cuerpo usaban espadas de madera con el borde
afilado, mazas con cabeza de piedra o metal con puntas, alabardas de
bronce y picas. Protegían su cuerpo con cascos, rodelas y túnicas de
algodón concentrado; los mismos españoles las consideraron más
convenientes que sus armaduras y las usaron para combatir contra
ellos.
Aunque
eran cordiales antes de conquistar, si se les resistían eran muy
crueles; las tropas incas, cuando regresaban victoriosas, elevaban sus
lanzas mostrando las cabezas derrotadas en sus puntas; algunos
cuerpos eran desollados y convertidos en tambores, de manera que “el
muerto parecía golpear su propio vientre con varillas colocadas en sus
manos, o parecía tocar la flauta”. Con los cráneos hacían copas para
beber la chicha o la cerveza de maíz; coleccionaban dientes con los
que hacían collares, sumándoles los dientes arrancados por sus
antepasados guerreros.
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