miércoles, 12 de noviembre de 2014

Marcavalle y Pucará extraordinarias victorias de la Campaña de La Breña



La Tercera Columna del Ejército del Centro los sorprendió en plena fuga luego de cinco meses de depredaciones y asesinatos impunes en las provincias del Valle del Mantaro.
Victor Alvarado
En junio de 1882, luego de un año y dos meses de haber abandonado su refugio de la iglesia San Pedro, el general Andrés Avelino Cáceres ya había constituido el Ejército del Centro y sembrado de guerrillas a lo largo y ancho del valle del Mantaro, y librado un sinnúmero de acciones victoriosas que a los ojos del invasor aparece como un guerrero temible, al que se proponen eliminar.
En este lapso, el Valle del Mantaro ha sido objeto de una primera expedición al mando del teniente coronel chileno Ambrosio Letellier, quién priorizó la imposición de cupos y extorsiones antes que centrarse en la caza de Cáceres, a causa de lo cual fue enjuiciado, dado de baja y condenado a prisión en Chile. Ante su fracaso, el gobierno de ocupación manda una segunda expedición al mando del coronel Estanislao del Canto.
La segunda expedición invasora inició sus operaciones en febrero de 1882, cuando ya el nuevo Ejército de la Breña estaba mejor constituido y en condiciones de presentar combate.
Del Canto en la mira
Del Canto pronto se sintió vapuleado por la resistencia breñista y la inclemencias climáticas y resolvió retornar a Lima. Cáceres resolvió darle un escarmiento, pues el nuevo ejército ya contaba con 1.300 soldados y 3,000 guerrilleros, organizados en tres columnas, aunque con muchas limitaciones en armamento, pero con un elevado espíritu de combate y dominio táctico y estratégico del terreno.
La fuerza invasora estaba compuesta por 3,000 soldados que desde febrero ocupaban la región central. Cáceres se dispuso a rodearlo por todos los flancos para castigarlo por los crímenes y depredaciones cometidas contra un sinnúmero de pueblos indefensos del Valle del Mantaro.
Plan de ataque
La estrategia de Cáceres consideraba encajonar a la expedición invasora mediante un doble movimiento de rodeo, cortándole la retirada a la costa y golpearla por partes, en razón a que se hallaba diseminada en un largo tramo del Valle del Mantaro por donde huía hacia la capital. El cumplimiento de este plan lo llevó a organizar su ejército en tres columnas.
La primera, conformada por el Batallón Pucará No. 4, las columnas guerrilleras de Comas, Libres de Ayacucho y Andamarca, fracciones del Batallón América, al mando del coronel Juan Gastó, debía marchar por el sector derecho de las alturas del Mantaro, ingresar al pueblo de Comas y caer sobre Concepción y aplastar aquí a la avanzada de invasores que se encontraban en espera de la columna de Del Canto para proseguir la marcha a Lima, La segunda, compuesta por un batallón de regulares y un destacamento guerrillero, al mando del coronel Manuel Máximo Tafur, debía avanzar hacia el oeste, pasar por Chongos y Chupaca y caer sobre La Oroya, atacar a la guarnición chilena y destruir el puente de este lugar para impedir la salida de los invasores del Valle del Mantaro.
La tercera, conformada por los batallones Zepita, Tarapacá, Junín e Izcuichaca, y por los destacamentos de guerrilleros de Acoria, Colcabamba, Huando, Acostambo, Pillichaca, Huiaribamba, Pampas, Pazos y Tongos, al mando del propio Cáceres, debía ocupar las alturas de Tayacaja, ganar luego las de Marcavalle y caer sobre las tropas de la 4ta. Compañía del Batallón Santiago del 5to. de Línea, que tenían como jefe al capitán Diógenes de la Torre y estaban acampadas en este lugar.
La contraofensiva de Cáceres era de conocimiento del Ejército de Ocupación, cuyo jefe Patricio Lynch, desde la capital, había ordenado a Del Canto a retornar cuanto antes para evitar el descalabro total de sus fuerzas.
El Ejército del Centro llegó en la tarde del ocho de julio de 1882 a las alturas del cerro Curacán que dominan Marcavalle, donde los patriotas pernoctaron, luego de haberse desplazado por los pueblos de Pazos, Ascotambo, Acoria, entre otros. El 09 de julio, a las cinco de la mañana, aun en la penumbra, los soldados se sirvieron un frugal rancho y ocuparon sus puestos de combate en medio de un severo silencio.
Apenas clareó, Cáceres dispuso el inicio de las acciones de un ataque simultáneo de la compañía del Batallón Tarapacá que se trabó en combate y anuló a las avanzadas chilenas. La pequeña artillería compuesta por cuatro cañones desde las alturas del cerro Curacán sembró el desconcierto y cobró las primeras víctimas entre los sorprendidos invasores que a esa hora aún se desperezaban.
En vista del avasallamiento de que estaba siendo objeto en Marcavalle, el capitán chileno De la Torre ordenó la retirada a Pucará, a cinco kms. de distancia, donde acampaba otro grueso de sus fuerzas.
Los invasores soportaban en ese momento el ingresó por las alturas de la izquierda de contingentes de la II División peruana, conformada por los guerrilleros de Acoria, Colcabamba, Huando, Acostambo, Pillichaca y tres piezas de artillería; y por la derecha por la escolta de Cáceres, los batallones Zepita e Izcuchaca y los guerrilleros de Pazos y Tongos, y frontalmente, se sumaban el Tarapacá , la primera columna de Pampas y los guerrilleros de Huaribamba.
Los fugitivos chilenos llegaron en a Pucará en pos de auxilio, donde el contingente local, formado por la 2da. y 3ra. Compañías del 5to. de Línea, al mando del capitán Pedro Pablo Toledo, trató inicialmente de presentar batalla. Desbande enemigo
Pero, fueron disuadidos por la fulminante arremetida peruana, alimentada por la incorporación en esta localidad de las fuerzas del comandante Gálvez, comandante general de las guerrillas y jefe de la columna Voluntarios de Izcuchaca, así como de los destacamento guerrilleros de Domingo Cabrera, Segura y otros jefes, que les cayeron por la espalda, empujándolos hacia las tropas peruanas que venían de Marcavalle.
Los invasores abandonaron Pucará en desbandada dejando armas, municiones y la caja del batallón, y se dirigieron a Zapallanga, donde luego de una rápida evaluación deciden fugar a Huancayo, donde se hallaba la sede del regimiento invasor Chacabuco, cuyo jefe, Estanislao del Campo, al ser informado de la ofensiva contra el batallón Santiago, salió con el grueso de sus tropas a recibirlos en el caserío de La Punta, una legua al sur de Huancayo, con lo cual los salvó de ser rematados por el Ejército del Centro.
Cáceres en sus memorias recuerda la dimensión de la victoria peruana en Marcavalle y Pucará: “Las pérdidas sufridas por el enemigo fueron de consideración. Entre muertos y heridos pasaron de 200. Dejaron en nuestro poder unos 200 fusiles y sus municiones, la caja del cuerpo, una bandera, caballos, vestuario y otros despojos de guerra”. Siguiendo una tradición peruana, nunca practicada por los invasores, Cáceres ordenó enterrar a los enemigos caídos en el campo de batalla y al constatar que entre ellos se encontraban un jefe y cinco oficiales, dispuso darles sepultura especial y rendirles los honores correspondientes.
A Concepción
Del Canto tenía planeado ese día 09 emprender viajar a Concepción, pero por el temor de sufrir un ataque nocturno por parte de Cáceres suspendió su repliegue hasta el día siguiente. Una avanzada del regimiento Chacabuco, al mando del mayor Pedro César Quintavalle que había salido con rumbo a Concepción, donde se encontraba estacionada la 4ta. Compañía del 6to. de Línea, decidió igualmente pernoctar, por el mismo temor, en San Jerónimo, a cinco kilómetros de su meta.
Si no se hubiera detenido, habría llegado a Concepción a las 4 ó 5 de la tarde, en momentos que el ataque del coronel Juan Gastó y los destacamentos guerrilleros a la 4ta. Compañía chilena recién comenzaba. Haberse quedado en San Jerónimo facilitó que las fuerzas peruanas exterminaran a los invasores acantonados en Concepción.


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