Nuevas investigaciones, determinan que la
antigüedad de nuestro ejército se remonta al origen del Estado en el
Perú, es decir 1000 o 1,200 años A. de C. Las primeras formas de estado
aparecen con la civilización Chavín. Es con el estado Mochica que ya
podemos hablar de un Ejército profesional, ello implica la preparación
de un sector de la población exclusivamente para la guerra; pero es con
los Wari que el Ejército se establece como institución permanente. Sin
embargo son los incas quienes enmarcan al Ejército dentro de una
estrategia geopolítica: dar unidad al mundo andino.
Además, en este periodo el Ejército
adquiere características comunes a los ejércitos de otras latitudes:
tiene un Comando, una Organización (divisiones y unidades),
reclutamiento, un aparato logístico, e instrucción. Las decisiones
importantes eran tomadas de consenso entre el inca, sus consejeros y
principales jerarcas militares. Este Ejército Inca no termina con la
captura de Atahualpa, permanece formado en al lucha contra los
españoles, bajo la conducción de Manco Inca y sus sucesores los incas de
Vilcabamba hasta 1572. En los años posteriores y una vez consolidada su
presencia colonial en América, España no organizó un Ejército en estas
tierras. Entre otras razones por el temor que tenía la corona de
generar una fuente de poder que luego se volviera en su contra.
Se ha logrado enumerar más de cien
insurrecciones y alzamientos de indígenas y mestizos contra la
dominación colonial. De estas insurrecciones las que organizaron
Ejércitos formales es decir encontramos en ellos un comando, una
organización establecida, instrucción, y un adecuado abastecimiento,
fueron Juan Santos Atahualpa en 1742 y José Gabriel Thupa Amaro en 1780.
Cuando estalló esta revolución se conformó un Ejército para la defensa
del Cusco, integrado por cuerpos veteranos de Lima y por milicias
cívicas. Cabe destacar que la organización de las unidades virreinales
eran una clara expresión de mestizaje, Además las milicias cívicas se
componían mayoritariamente de indígenas que habían sido reclutados por
los curacas leales a la corona. Las huestes tupacamaristas tenían una
composición multietnica: mestizos, criollos e indios, reclutados en las
comunidades del Cusco y el Alto Perú. También tuvo combatientes mujeres.
En 1814 los hermanos Angulo Y Mateo
Pumacahua organizaron el primer Ejército formalmente establecido dentro
de la usanza militar de ese entonces, Había un comando, ya podemos
hablar de un Estado Mayor, encontramos unidades de infantería,
caballería y artillería, organizadas en divisiones claramente
establecidas. Tenían una bandera, símbolos y hasta una patrona, la
Virgen de las Mercedes. Este es el antecedente más inmediato del actual
Ejército.
A inicios del siglo XIX la lucha por la
independencia americana alcanzó notables progresos. Muchos pueblos
organizaron ejércitos para luchar contra el poder colonial. Nacen así
los Ejércitos de las Provincias Unidas del Río de la Plata y de Chile,
que en 1819 conformaron el Ejército Libertador del Perú. Desde 1818 los
patriotas peruanos mantenían una nutrida correspondencia con los
patriotas platenses.. La ofensiva española alcanzó su mayor fuerza entre
1814 y 1816, pero no pudo derrotar al gobierno de las Provincias
Unidas.
En el Perú, los patriotas comprendieron
que sin el apoyo de las Provincias Unidas iba a ser muy difícil derrotar
a los españoles. Enviaron detalles de la distribución de las fuerzas
españolas y diversos planes de desembarco. Uno de estos planes fue
preparado por José de la Riva Agüero, y enviado a Buenos Aires escondido
en la suela del zapato de un patriota que viajó a esa ciudad.
San Martín aceptó realizar la expedición
porque se convenció que los peruanos estaban decididos por la
independencia. Es así como el 5 de febrero de 1819 se firma un tratado
por el cual las Provincias Unidas del Río de la Plata y la República de
Chile, acuerdan organizar una expedición al Perú, “conviniendo ambas
partes con los deseos manifestados por los habitantes del Perú de que se
le auxilie con fuerza armada para arrojar al gobierno español”.
San Martín al ver el entusiasmo y apoyo
total que recibía de los peruanos, que en gran número llegaban al
cuartel general de Pisco pidiendo ser dados de alta en el Ejército
Libertador, decidió organizar con ellos las primeras unidades peruanas.
Como primera medida el 21 de octubre firmó el decreto de creación de la
Bandera del Perú, para que los peruanos, que comenzaban a organizarse
militarmente, tuvieran un símbolo patrio que defender y bajo el cual
combatir. Estas unidades fueron: el Escuadrón Auxiliares de Ica y los
batallones Cazadores del Ejército y Veteranos de Jauja. Nace así el
Ejército del Perú.
La organización de este Ejército, al
igual que la de los ejércitos de Argentina y Chile y el mismo el
Ejército Libertador se hizo acorde con las Ordenanzas españolas del
siglo XVIII. Estipulaba además dos tipos de organización: una para la
paz y otra para la guerra. En tiempo de guerra el Ejército tenía un
Comando conformado por un general en jefe; un Estado Mayor, para
coordinar y dirigir las campañas; por divisiones y unidades. En tiempo
de paz no había estado mayor, ni general en jefe. Se organizaba la
Inspección General para cumplir ambas funciones, a más de económicas
disciplinarias y administrativas.
El Ejército Peruano en 1820 fue
organizado para la guerra, pero no tenía un general en jefe, ni un
estado mayor, porque estaba supeditado al comando del Ejército
Libertador, donde se le consideraba una división más. Es recién en 1823
cuando el presidente Riva Agüero da autonomía a nuestro Ejército, y
puede decirse que esta es realmente su partida de nacimiento, pues le
confiere un General en jefe y le designa un Estado Mayor. El primer
general en jefe fue Andrés de Santa Cruz y el primer jefe de Estado
Mayor el general Agustín Gamarra. Se aprueba reglamentos de instrucción y
se inicia el reclutamiento para engrosar esta fuerza. Igualmente se
aclara que es nuestro Ejército quien conduce y lleva el peso de las
operaciones bélicas.
Con la llegada de Bolívar, el ejército
Peruano sufre un duro golpe, se desintegra muchas unidades para que sus
efectivos pasen a integrar las unidades colombianas, nos quedamos
prácticamente sin caballería. Se pretendió menoscabar la presencia
peruana para restar peso político a nuestra actuación y encumbrar a
Bolívar y su proyecto de la Confederación de los Andes. Sin embargo la
actuación peruana en Junín y Ayacucho será decisiva.
Al iniciar nuestra vida independiente en
1825, se organiza al Ejército acorde con lo estipulado en las ordenanzas
para los tiempos de paz. Se suprimió el Estado Mayor y se organizó la
Inspección de Infantería y Caballería. Se aprobó el primer reglamento
orgánico y se incrementaron nuestros efectivos. De todas las
instituciones existentes en los primeros años de nuestra vida
republicana, el Ejército era una de las pocas que se encontraba
fortalecida y presente en todo el territorio nacional.
Mientras los liberales buscaron generales
de carácter señorial que representaran los intereses costeños, los
conservadores buscaron militares que impusieran gobiernos fuertes para
poder garantizar la premisa de paz y orden y los intereses del sur
andino. Esta pugna esta presenta en las diversas Constituciones que tuvo
el Perú entre 1825 y 1845, etapa que se conoce como del caudillaje
militar, porque la pugna política se encubrió y transformó en una
rivalidad de intereses personales y de figuración.
Jorge Basadre dice que el militarismo es
consecuencia del vacío poder en esos años iniciales de nuestra vida
republicana y no causa del mismo. Esto es fundamental para poder
comprender la historia militar del Perú. Otro aspecto también muy
importante es comprender la doctrina que manejaban los militares en esos
años. Basadre también dice que los militarismos del siglo XIX surgen en
el Perú después de las victorias o las derrotas. Los militares se
creyeron los hacedores de la patria y los llamados a resguardarla. Un
amplio sector de la población civil se convenció de ello. Prueba de esto
es que los grupos políticos que operaron durante el siglo XIX, incluido
el partido civilista, siempre recurrieron a militares para
fortalecerse, en vez de buscar su fortalecimiento en la llamada sociedad
civil.
Esos años las pugnas políticas generaron
la existencia de un gran número de oficiales. En 1829 se ordenó la
primera reforma del Ejército y se dispuso que los oficiales que no
habían participado en la guerra de independencia, pasaban a la condición
de reformados. No obstante en la práctica no se cumplió y muchos de los
reformados regresaron al servicio luego de cobrar su dinero.
El gran número de oficiales, producto de
las rivalidades militaristas, la falta de dinero en el erario público
para poder sostener una planilla tan alta, originó el atraso en el pago
de haberes. Pero fue la inestabilidad política la que generó un mal
endémico en el Ejército del siglo XIX, la presencia del llamado
indefinido, que era el oficial sin plaza en el Ejército. Es recién con
Castilla que el Ejército se moderniza. En esos años se intentó
solucionar el problema del armamento, hay compra de material bélico
producto de la bonanza guanera. Con ese armamento pudimos enfrentar con
éxito la guerra con España y obtuvimos la victoria del Dos de Mayo, que
selló la independencia de Perú y América.
Entre 1867 y 1879 se agudiza la rivalidad
entre militares y civiles. Hay un deterioro en el Ejército que se
manifiesta en la falta de actualización profesional, deterioro del
armamento, reducción del personal y efectivo de tropa. La doctrina no se
cambia y ni se definen los roles del estado y mucho menos del Ejército.
La derrota de la guerra con Chile es una
culpa compartida entre civiles y militares. Es producto de la
imprevisión, de la improvisación y falta de preparación. Nuestra
doctrina no se adecuó a los avances de la guerra moderna, el armamento
no fue renovado y no se uniformizó el calibre. Además, en el aspecto
político, el Perú era un país fraccionado por las pugnas internas, no
habíamos alcanzado nuestra unidad nacional.
La guerra nos dejó una amarga
experiencia. De la derrota surge el segundo militarismo de la historia
peruana. Emerge en estas duras circunstancias la figura del general
Andrés Avelino Cáceres, quien durante la Resistencia de la Breña nos dio
un ejemplo de dignidad, al no reconocer la derrota y mantener en alto
las armas contra el invasor. Después de la guerra el general Cáceres es
elegido Presidente Constitucional y el país se encamina hacia la
reconstrucción nacional. Un objetivo guiará al gobierno de Cáceres
solucionar los problemas económicos y políticos, para encontrar la
estabilidad que garantice la reactivación militar y permita exigir a
Chile la realización del plebiscito, para la devolución de nuestras dos
provincias cautivas: Tacna y Arica.
Este objetivo pasaba por la necesaria
modernización del Ejército. Fue por ello que se iniciaron las gestiones
para contratar una misión militar europea, para que reformara el
Ejército Peruano. La grave situación económica del país, sin embargo,
impidió que durante el gobierno de Cáceres este proyecto se
concretizara. Sin embargo durante su breve segundo gobierno intentó
reactivar este anhelo, pero circunstancias políticas se lo impidieron.
Su sucesor, Nicolás de Piérola hizo suyo
este proyecto. El inicio del nuevo siglo XX exigía cambios acordes con
los nuevos tiempos que se vivían. Piérola planteó la necesidad de
reorganizar completa y definitivamente el Ejército. Para comenzar tan
importante tarea era necesario contar con asesores militares que
orientaran a nuestro gobierno en tan difícil tarea y conforme a los
adelantos del arte de la guerra. Fiel a nuestra tradición militar, se
decidió contratar en Francia una Misión Militar, la que llegó al Perú en
1896 y desarrolló un papel importante y fundamental en la
transformación del Ejército. Lo mejor de la tradición militar francesa
se hizo presente en nuestra patria, enriqueciendo nuestros valores
nacionales.
Su primera actividad estuvo dirigida a
constituir con oficiales y tropa peruanos un conjunto de instructores
para desarrollar nuevos métodos y procedimientos de guerra. Su centro de
operaciones fue la antigua Escuela de los Cabitos en Chorrillos. En
noviembre de 1896 elevó un primer informe al gobierno aconsejando la
organización de una Escuela Militar para dirigir desde allí la
instrucción y formación doctrinaria de los futuros oficiales.
El Ejército del Perú inicia el siglo XX
con renovados y optimistas bríos. Una vigorosa transformación comienza
no sólo en la institución sino también en el conjunto de la sociedad
peruana. Se inició un proceso de regionalización militar, acorde con las
necesidades integrales del país; se dio una renovación doctrinaria y
académica en los centros de instrucción militar. Así, el esfuerzo de
los oficiales y soldados peruanos permitió forjar un Ejército moderno.
El Ejército empezó la segunda mitad del
siglo XX con renovado optimismo, en condiciones de exhibir una doctrina
propia, enriquecida con el aporte de la Misión Militar Norteamericana,
que llegó al Perú a fines de 1944 y permaneció hasta 1969, brindando
asesoramiento técnico que se hizo extensivo además a la venta de
material bélico norteamericano. El título de Inspector General del
Ejército fue cambiado por el de Comandante General del Ejército, el 12
de marzo de 1953.
Como consecuencia de la Segunda Guerra
Mundial los Estados Unidos de Norteamérica emergieron en el contexto
internacional como una potencia hegemónica que lideró la defensa
continental. Ese país expidió la ley de préstamos y arriendos con la
finalidad de dotar de armamento a los países aliados. En la tercera
reunión de cancilleres celebrada en Río de Janeiro el 30 de marzo de
1942, se acordó “el principio de solidaridad continental” frente al
peligro común: el totalitarismo fascista y se fundó la Junta
Interamericana de Defensa para la firma de acuerdos bilaterales y
militares de ayuda mutua, técnica y material. En este contexto empieza a
desarrollarse la presencia de la Misión Norteamericana en nuestro
Ejército.
Desde 1948 el Ejército interviene en las
actividades de desarrollo nacional como la construcción de carreteras,
seguridad ciudadana, tareas de salud, educación, prevención y socorro en
casos de desastres, entre otras. Además incentiva el desarrollo de las
industrias ligadas al abastecimiento militar, se renueva la fábrica de
municiones, se instala una de zapatos y curtiembre y otra de vestuario.
En 1960 entró en funcionamiento el Centro Industrial del Ejército y en
1974, todas estas fábricas se unifican como Industrias Militares del
Perú.
.
En el campo de la defensa, hasta 1969 la
Secretaría de la Defensa Nacional figuraba en la estructura orgánica de
la Presidencia de la República. La labor que cumplió en el diagnóstico
de la realidad del país y proponiendo objetivos nacionales, determinó
que el 27 de agosto de 1979 se convirtiera en Sistema de la Defensa
Nacional, asignándole el más alto rango. Al crearse en 1987 el
Ministerio de Defensa este sistema fue incorporado en su estructura. En
1991 se le restituyó su autonomía creándose el Consejo de Defensa
Nacional.
La mujer peruana fue considerada en este
período dentro de la ley del Servicio Militar y orgánicamente se
incorpora a filas en 1993 mediante el Servicio Activo no Acuartelado
Femenino (SANAF). En 1997 se asimilaron como oficiales un grupo de
mujeres profesionales y ese año ingresó el primer contingente de damas
como cadetes a la Escuela Militar de Chorrillos.
Durante estos años se crearon dos nuevas
Armas: Transmisiones en 1959 e Inteligencia en 1991. Y en 1957 la
Escuela de Paracaidismo del Ejército; en 1960 la Escuela de Comandos; en
1965 el Destacamento de Fuerzas Especiales; y en 1973 la Aviación del
Ejército.
Evidenciando la calidad alcanzada por
nuestro Ejército, el Perú, envió entre 1973 y 1975, fuerzas militares
al Medio Oriente para asegurar el cese al fuego y la separación de las
tropas árabes-israelíes después de la guerra del Yon Kippur. En efecto,
el Batallón Perú a órdenes de la fuerza de emergencia de las Naciones
Unidas, contribuyó en esta tarea conjuntamente con unidades de Panamá,
Suecia, Irlanda y Canadá.
En la defensa del frente externo la
institución se llenó de gloria en las acciones de la Cordillera del
Cóndor, cuando en enero de 1981 el Ecuador intentó penetrar en la región
del Cenepa. Al repetirse, en enero de 1995, la infiltración ecuatoriana
en las cabeceras del río Cenepa se volvió a desalojar al invasor.
Después de la guerra de 1879, ninguna
hecatombe había asolado nuestra Patria como la guerra subversiva
iniciada en mayo de 1980. A partir de diciembre de 1982 las Fuerzas
Armadas asumen la conducción de la lucha contrasubversiva. Entonces la
cuota de sacrificio, heroicidad y abnegación del Ejército, así como de
los otros Institutos Armados, fue inmensa.
Al iniciarse en 1990 la Pacificación del
territorio nacional, esta lucha rindió sus frutos y permitió la captura
de los principales líderes terroristas, permitiendo así concentrar todos
los esfuerzos nacionales en la búsqueda del desarrollo y bienestar.
Al Ejército del Perú, no solo hay que
entenderlo como institución reducida exclusivamente a las acciones
militares, sino integralmente, ligado al desarrollo del país. Nuestra
institución al ser permanente contribuyó a delinear un territorio, un
carácter nacional y producto de sus luchas y victorias el amor y respeto
a los símbolos, héroes nacionales y por ende la grandeza del Perú.
Nuestro Ejército, como parte componente
de las Fuerzas Armadas, por mandato constitucional, participan en el
desarrollo socioeconómico del país y en la Defensa Civil. Los últimos
años, esta tarea ha adquirido una gran importancia, facilitando la
adhesión de la población, base fundamental para lograr la Pacificación y
el Desarrollo Nacional.
El Ejército del Perú, consciente de la
necesidad de consolidar la Pacificación Nacional, consecuente con la
misión que le compete de garantizar la independencia, la soberanía y la
integridad territorial de la República, también ha volcado su
accionar, experiencia, infraestructura y vocación de servicio
participando en la aplicación de programas que contribuyan al
bienestar y desarrollo del país como son los de colonización o
creación de fronteras vivas, construcción de carreteras, formación y
educación cívica, estudios cartográficos ayuda a la comunidad o acción
cívica, estudios en el continente antártico, etc. Todo este esfuerzo
permite apreciar, con mayor claridad la trascendencia de la tarea
nacionalista que cumple el Ejército y también es una manera para que
mantenga una permanente y verdadera cohesión con el pueblo en bien del
Desarrollo Nacional.
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