Escribe : Pedro José Cama
La crónica de la rebeldía indígena de 1533 hasta el siglo XX (I)
Muchos colegios,
al menos hasta mi generación, nos enseñaron que una partida de
españoles derrumbaron a un imperio, dividido y pagano. Que España nos
evangelizó y debíamos agradecerle ese favor, pues la sangre hispana
forma parte de nuestra nacionalidad. Hablamos de generaciones formadas
creyendo que los peruanos de la Antigüedad no valían un céntimo y que
los conquistadores fueron, al final, héroes. La estatua de Francisco
Pizarro estuvo hasta hace unos años junto a Palacio de Gobierno, y el
presidente del Perú habita la misma casa donde gobernó este criador de
chanchos que devino en marqués y que inició siglos de explotación humana
y saqueo de nuestras riquezas para formar lo que se conoció como el
Imperio Español.
Hoy ya no se
enseña Historia del Perú en los colegios, sino vagamente como antes se
enseñaba artes manuales, y nuestros niños, oyendo a sus padres o abuelos
se quedan con la idea de que siempre fuimos perdedores y que los
blancos nacieron para dominarnos.
Llegó la hora de
cambiar, siquiera a través de este humilde espacio, esta aberrante y
equivocada tara mental de las nuevas generaciones. No queremos generar
odio a los españoles, sino plasmar la realidad histórica de lo que fue
el coloniaje hispano en nuestro país, que muchos pasan por alto para
evitar que les digan terroristas o “zurdos” y la república criolla,
cuyas diferencias puede usted contarlas con los dedos de una sola mano.
Esta serie se
basa estrictamente en estudios de Alberto Flores Galindo (1949-1990) y
otros historiadores peruanos, quienes desapasionadamente vieron la
historia desde la óptica del oprimido, no del opresor, incluso se basan
en crónicas de los mismos españoles, testigos de la época. Así que, esta
serie es lo más veraz posible en relatar lo que fue el padecimiento e
insurgencia indígena en el Perú desde el siglo XVI hasta el siglo XX.
El inicio de la tragedia
peruana (1524-1531)
Toda crónica
inicia desde el origen de la historia. Y ésta se inicia en Trujillo de
Extremadura (España) en 1478. Ese año aciago, una campesina castellana
fue violada por un hidalgo trujillano de poca monta, Gonzalo Pizarro, y
fruto de esa desgracia nació el 16 de marzo Francisco Pizarro González.
Malquerido por la madre, Francisca González y Mateos no aprendió a leer
ni a escribir. Abandonado a su suerte, crió chanchos hasta que a la edad
de 20 años viajó a Sevilla, se enroló en los Tercios Españoles,
unidades del ejército consideradas las más fieras, al mando de Gonzalo
Fernández de Córdoba, quien estaba empeñado en guerrear con los
franceses en Nápoles y quien recordó vagamente el paso de Pizarro por
sus tercios.
Nunca ascendió
de la clase de soldado en los 3 años que estuvo de servicio. Regresó a
Sevilla sin pena ni gloria, para embarcarse con Nicolás de Ovando hacia
la recién descubierta América, específicamente República Dominicana y
Haití en 1502.
En 1508, el rey
de España Fernando el Católico empezó a picar la codicia de los soldados
y marineros, empujándolos a explorar y conquistar más territorios para
el reino a cambio de títulos y gobernaciones. Los más avezados y
salvajes se lanzaron a la mar por amor al dinero y a escalar
socialmente.
Pizarro, a los
32 años, se enrolaba en cuanta expedición había: América Central,
Colombia, llegando al fin con Vasco Núñez de Balboa a descubrir para
Europa el Océano Pacífico en 1513. A los pocos años traicionó Pizarro a
Balboa arrestándolo por orden del infame Pedrarias, gobernador de
Castilla de Oro (Panamá), quien le premió por su deslealtad con una
encomienda y con la alcaldía de Panamá en 1523.
“El Birú”
Como era
analfabeto, no supo aprovechar el cargo y poder que tenía, siendo uno de
los menos acaudalados del istmo. Así que, todo un torpe pelagatos
conoce en 1524 a Diego de Almagro y Hernando de Luque, este último cura
en Panamá y entre trago y trago, empezaron a comentar los relatos
fantásticos de un reino llamado “El Birú”.
En la mesa de
una cantina panameña, se firmó entre los tres (hubo un cuarto, el
financista, licenciado Espinosa, quien desapareció de la historia
oficial) una contrata en la que Pizarro asumía la capitanía de la
expedición, Almagro la intendencia y Luque las finanzas. Ese maldito
día, sin recuerdo, se marcó la desgracia para millones de seres humanos.
Viajaron dos
años, intentando encontrar “El Birú”, enfrentando amagos de motines y
condena de la tripulación contratada, hasta que cansados de tantas
vueltas sin conseguir nada de riquezas, acoderaron en la Isla del Gallo
(frente a las costas de Colombia), donde se dio un episodio patético y
traduce la baja calaña de los aventureros, pues en sí fue un escena para
páginas policiales.
Los 13 asaltantes
“El trujillano
no se dejó ganar por la pasión y, desenvainando su espada, avanzó con
ella desnuda hasta sus hombres. Se detuvo frente a ellos, los miró a
todos y evitándose una arenga larga se limitó a decir, al tiempo que,
según posteriores testimonios, trazaba con el arma una raya sobre la
arena: ‘Por este lado se va a Panamá, a ser pobres, por este otro al
Perú, a ser ricos; escoja el que fuere buen castellano lo que más bien
le estuviere’”, relata el historiador José del Busto.
Depredadores,
busca fortunas, alimañas. Como banda de asaltantes, discutían qué banco
iban a robar. Para los hispanófilos, fue un acto heroico para las
personas con dos dedos de frente, un hecho vergonzoso. Trece criminales
se quedaron con Pizarro cruzando su raya en la arena: eran los 13 del
Gallo, número ideal para la suerte que le esperaba al Perú.
Tras cinco meses
de espera en la Isla de la Gorgona, Almagro y Luque no abandonaron a su
compinche y regresaron con refuerzos e iniciaron la tragedia peruana,
al volver a Panamá, recuperar fuerzas y zarpar (Pizarro con sus hermanos
Gonzalo y Pedro; el clérigo Luque con sus curas Valverde y Pedraza)
decididos hacia el Perú, a finales de 1531.
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